domingo, 29 de noviembre de 2009
Fuego cruzado
Era un fuego cruzado de saetas voladoras y afiladas. Dos bandos luchaban frente a frente al borde de una sima muy rocosa. Después, era una cuestión de supervivencia en medio de la mutua destrucción: se mataban unos a otros, se sorteaban las cuchilladas, las lanzas, las estacas... ¿Se mataban los unos a los otros o nos matábamos? Más bien fue lo segundo, porque, al final, yo también fui abatido. Pero fue un abatimiento noble y legítimo. Tenía que ocurrir. Fue mi propio padre a manos del destino. Un destino que fue la muerte generalizada. Todos, tarde o temprano, de una u otra forma, acabamos siendo inexorablemente víctimas de nuestros semejantes, que, a su vez, eran las víctimas de otras víctimas, y así, sucesivamente. Y yo luchaba por morir con un pensamiento equilibrado, cabal, heroico. Yo luchaba por morir pensando en Laura. Quería morir pensando en ella. Y, al final, lo conseguí: con mi sien izquierda atravesada por una fina estaca, y justo antes de caer al suelo para que la tierra me tragara, me dio tiempo a pensarlo para mis adentros: "Laura, te quiero".
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Vaya!!!
ResponderEliminarAsí que cuando duermes conmigo sueñas matáforas, ¿no?
Me gusta ;)
Eres un hombrecillo del romanticismo y siempre lo serás.
Es una buena forma de morir.
Yo tb tq