Eso debe de ser lo que tengo estos días. Una fiebre muy traicionera: tan pronto viene como se va... para luego volver. Ya no me fío de mi cuerpo. Al menos, hasta dentro de una semana, porque está claro que mejorar de un día para otro no significa nada: la recaída acecha. Y, cuando aparece y se abalanza sobre ti, vuelven las tiritonas y los escalofríos, además de esa faringitis que no te abandona fácilmente.
La fiebre del opositor te da el suficiente margen de maniobra para poder asistir a la academia y exponer la programación didáctica. Y estoy orgulloso de haberlo hecho. Y agradezco a la fiebre que me haya concedido este medio día de tregua, porque, para mí, las exposiciones son muy importantes. Más importantes que los temas, que te los estudias en tu casa y punto.
De modo que te doy las gracias, fiebre. Pero también espero que decidas marcharte lo más pronto posible.
viernes, 14 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
NO
ResponderEliminarNO deberías haber ido a claustro
No deberías salir de casa hasta curarte
No deberías pasar del médico
Espabila y cúrate!!!
Y tómate las medicinas, ¿eh?