BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











lunes, 22 de agosto de 2011

La redención del comunismo 1 (El color de la igualdad)

Yo soy un firme defensor de la igualdad, porque creo que la igualdad es la consecuencia lógica e inmediata del imperio de la justicia social y del reparto equitativo de las riquezas. Pero igualdad no equivale a pobreza ni a uniformidad. Así lo entendieron los líderes del "socialismo real", o ese es el resultado que obtuvieron de sus tiránicos y totalitarios experimentos políticos y sociales. No hay más que ver las fotografías, en los manuales de Historia Contemporánea, de los desfiles militares estalinistas y maoistas en esas demostraciones prácticas del llamado "culto a la personalidad". No hay más que comprobar esos atuendos totalmente uniformados como símbolo inequívoco de sumisión absoluta al líder divino. Esta clase de idolatría conlleva ese otro fenómeno: anular la personalidad propia para adorar a la personalidad ajena y considerada superior.

Esa no es la clase de igualdad que predica el comunismo o, al menos, el tipo de comunismo en el que yo creo y que yo defiendo. Porque la igualdad que yo defiendo no supone la anulación o represión de la propia personalidad, sino todo lo contrario. La igualdad que yo defiendo favorece la libre expresión y el libre desenvolvimiento de uno mismo en el ámbito de su esfera de libertades e intimidades, porque el comunismo que yo defiendo contempla la existencia de una esfera de libertad e intimidad para cada individuo. Yo no defiendo que a una familia se la saque de su hogar para trasladarla a una granja colectiva. Estas barbaridades las hacían Stalin, Mao y Pol Pot. Estos tiranos se dedicaron a manipular toda la terminología marxista para perpetuarse en el poder. Y uno de los términos que manipularon fue, precisamente el de "igualdad". La igualdad pasó de ser sinónimo de libertad para todos a ser libertad de unos pocos y opresión de estos pocos hacia el resto (en este caso, la masa, el pueblo). Y esta forma de manipulación ideológica fue una de las bases del sistema, además de una de las principales causas del desprestigio en que el comunismo fue cayendo, especialmente desde que Krushev subió al poder de la URSS y sacó a la luz todos los horrores del régimen estalinista.

Pero quiero insistir en que la igualdad no consiste en uniformidad. La igualdad es una cuestión que, dentro de estos términos, concierne de forma excluisva, a la teoría económica. Se trata de que todos los miembros de una sociedad estén en condiciones para alcanzar la igualdad material, y, una vez alcanzada, que cada cual pinte la suya del color que más le guste. Se trata de que todos podamos tener una casa, un coche y un armario con ropa decente que nos sirva para vestirnos de forma satisfactoria. Y también se trata de que, si a mí me gusta el color rojo, yo tenga la libertad para pintar mi casa de rojo y que no me obliguen, ni a mí ni a nadie, a pintarla de azul. Y lo mismo, para el coche, y para la ropa, y para la forma de ser y de pensar, en general. Esa es la igualdad que yo defiendo, y en ella se basa el comunsimo al que aspiro y que, básicamente, no va contra la propiedad privada, sino contra los abusos de ésta, y que la única libertad a la que ataca es la de naturaleza económica, que es la que crea las desigualdades sociales.

Por último, quiero añadir e insistir en que la igualdad tampoco equivale a pobreza. Los avances que causan el desarrollo de las comodidades del individuo no son patrimonio de unos pocos, sino de toda la humanidad. Y yo tengo derecho a predicar el comunismo desde una posición material relativamente acomodada sin tener que sentirme culpable por ello, y es que lo que yo tengo lo quiero también para los demás, especialmente para quienes no pueden tenerlo. Algunos demagogos me dirán que, si tanta pena me dan esos pobres desposeídos, que yo les done mis posesiones... como si, en primer lugar, mis posesiones fueran tantas, y, en segundo, como si eso sirviera de algo (teniendo en cuenta, además, que las posesiones de las que yo disfruto me las he ganado trabajando y tengo todo el derecho a disfrutar de ellas).

La igualdad, y el comunismo por extensión, debería consistir en fijar un tope a las rentas percápitas y patrimonios en general. Esto es, fijar un límite a la cantidad de riquezas que un solo individuo tiene derecho a poseer. Porque todos tenemos derecho a una vivienda digna, a dos, e, incluso, a tres (y estoy siendo demasiado generoso)... pero, ¿ a diez o a veinte? Este tipo de ejemplos son los que se correponden con situaciones exageradas a las que se ha llegado a causa de alguna clase de abuso, aquel que consiste en que los ricos se vayan haciendo más ricos para que los pobres se hundan más en la pobreza. Porque en el momento en que a uno le sobra, a otro le falta, y ésta es la lacra más grave que la igualdad pretende eliminar. Y, en cuestiones de propiedad, el límite que separa lo razonable de lo obsceno no debería ser tan difuso, porque en este mundo hay sitio y recursos de sobra para todos. El problema es que unos quieren ser, materialmente, más que otros, a costa, incluso, de la integridad física y moral de estos últimos. Y esto es lo que nuestros gobernantes no deberían consentir.

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