BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











viernes, 29 de noviembre de 2013

El desorden cotidiano (94)

Alessandro era el novio de Camila, la amiga de Casandra y de Augusto. Se habían encontrado por Internet, como ya viene siendo normal desde hace años. A través del mundo virtual se fueron conociendo poco a poco, y se gustaron, porque a Camila solo le gustaban los chicos italianos. Y Alessandro no solo era italiano, sino, además, florentino, que era el sueño de Camila: echarse un novio de Florencia. En este sentido, la entrañable y bella trianera no podía pedirle más a la vida, pues la vida le había concedido exactamente lo que ella deseaba.

No obstante, el primer encuentro en persona tardó tiempo en llegar. Quizá, demasiado tiempo. Pero esta circunstancia no hizo sino contribuir a que ese primer encuentro resultara ser un éxito rotundo, dadas las enormes ganas que tanto Alessandro como Camila tenían de conocerse en persona de una bendita vez. Y esto sucedió en Florencia, la ciudad de Alessandro, junto al Duomo, el monumento más emblemático de la ciudad.

También hay que decir que Casandra tuvo mucho que ver en el hecho de que ese primer encuentro hubiera salido bien, pues fue ella quien empujó a su amiga a vencer las lógicas timideces iniciales y a romper el hielo a salvajes y furiosos golpes de punzón, como Sharon Stone hiciera en la primera escena de Instinto Básico. Pues, si no hubiera sido por la mediación de Casandra, posiblemente aquel primer encuentro entre Alessandro y Camila no hubiera dado de sí todo lo que acabó dando. Si Augusto le debía a Camila haber conocido a Casandra, desde luego, Camila le debía mucho a su amiga Casandra en el éxito obtenido respecto a su relación con Alessandro.

Por otra parte, también Alessandro se hacía querer debido a su carácter sencillo, cercano, campechano y dotado de cierto pintoresquismo parecido al que caracterizaba al carácter de su amada Camila. Y a quien más caló esa bonhomía fue, sin duda, al propio Augusto, quien veía a Alessandro como su segundo hermano pequeño, con quien éste coincidía en edad y en aspecto físico: alto, delgado y de rostros faciales muy angulosos.

Si la distancia hace el olvido, ésta fue la excepción que confirma la regla, pues tan bien les fue a los recién estrenados enamorados en su noviazgo que, pasado un tiempo, Alessandro tomó la decisión de trasladarse a Sevilla para poder estar junto a Camila. Otra de las virtudes que tenía Alessandro era su fuerza de voluntad y la firmeza de las decisiones que tomaba, además de una valentía, una audacia y un arrojo de dimensiones heroicas y, desde luego, dignos de la más elevada admiración, porque un día, Alessandro se hizo la maleta con lo poco que tenía, se subió a un avión y se plantó en el aeropuerto de Sevilla.

Como estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa con tal de sobrevivir en tierras extranjeras junto a Camila, no tardó en encontrar un trabajo, y luego otro, y, después, otro. Se hizo pluriempleado, en unas condiciones pésimas. Acababa su jornada en un trabajo y se marchaba corriendo al otro, y, después, al siguiente. Y así estuvo aguantando, vil y miserablemente explotado por el mercado laboral español, única y exclusivamente por seguir al lado de Camila, por poder disfrutar, aunque solo fuera eso, de una tarde libre tomando una cervecita en la calle Betis observando relajadamente esos ojos que también lo observaban a él, en cuyo fondo él hallaba la recompensa, por materialmente pequeña que fuera, a tanto sacrificio y tantas horas de trabajo yendo como loco de un sitio a otro.

Y así estuvo aguantando y aguantando, pensando en los ojos de su Camila cada vez que se pegaba sus madrugones intempestivos para asistir al hotel a servir los desayunos... hasta que no pudo más. Porque todos tenemos un límite. Y el suyo llegó a él, o viceversa. Él hizo todo lo que pudo, y mientras pudo hacerlo, por seguir viviendo en Sevilla con Camila, aunque fuera a precio de un estado de esclavitud posmoderna que sigue siendo la vergüenza del sistema capitalista y de la globalización que lo sostiene. Pero llegó un momento en que el tamaño de la adversidad de sus circunstancias fue tan grande, que no pudo más. Tuvo que volverse a Florencia.

Todo el sufrimiento que Alessandro decidió experimentar voluntariamente por amor a Camila hizo que Augusto empezara a sentir una gran admiración hacia él. Y esto reforzaba la amistad y el cariño que Augusto sentía por Alessandro. Además, daba la casualidad de que ambos tenían un carácter muy parecido, como parecido era el carácter de Camila al de Casandra. De hecho, muchas veces Camila y Casandra criticaban, en sus respectivas parejas, exactamente los mismos defectos. Y entre Alessandro y Augusto sucedía lo mismo, con lo cual el sentimiento de complicidad aumentó y su lazo se estrechó, tanto entre Alessandro y Augusto, como entre las dos parejas (es decir, entre Alessandro y Camila y Augusto y Casandra).

Pese a que entre Alessandro y Camila llegaron a producirse algunos conflictos de cierta gravedad, como sucede en todas las parejas, Augusto tenía le certeza absoluta de que el florentino y la trianera estaban hechos el uno para la otra.