BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











lunes, 29 de agosto de 2011

La redención del comunismo 2 (La revolución, ¿un medio o un fin?)

Cualquier clase de revolución constituye un estado de excepción allí donde se lleve a cabo, y esto es así porque las revoluciones tienen unos fines muy concretos que las hacen ser, por naturaleza, sucesos transitorios que, en cada caso, son necesarios para corregir una injusticia. Una vez eliminada esta injusticia de la estructura del sistema y, por tanto, mejorados los fundamentos de éste, el estado revolucionario ha dejado de tener sentido, porque ya ha cumplido la misión que le fue encomendada. Sin embargo, demasiados gobiernos se han escudado en el concepto de revolución para perpetuarse en el poder. El ejemplo más elocuente es el de la Cuba de Fidel Castro. Su acción revolucionaria consistió en arrebatar el poder a un dictador (Fulgencio Batista). Esto ocurrió en enero de 1959. A fecha de hoy, sigue gobernando la misma persona. Lo que empezó siendo un levantamiento revolucionario por la libertad se ha convertido en el establecimiento de otra dictadura.

Como cualquier fenómeno pasajero, esto es, que está de paso, una revolución surge con la legitimidad que le otorgan los motivos que la han hecho necesaria. Toda su fuerza, todo su vigor y todo su poder de convicción se nutre, por tanto, del puro acto del comienzo, de la novedad, que dejará de serlo a medida que vaya transcurriendo el tiempo y aquélla se vaya convirtiendo en algo cotidiano y presente, hasta el punto de convertirse en algo dañino, porque lo que sólo es beneficioso como novedad, suele resultar perjudicial cuando ha pasado a convertirse en algo normal. Y esto es lo que ocurre, precisamente, con las revoluciones. Son novedosas por naturaleza, y en esa novedad reside su poder, su capacidad para cambiar lo que esté mal. Cuando el estado revolucionario empieza a prolongarse demasiado, pierde su condición de novedad y se contagia del mal que había pretendido combatir.

Fidel Castro sigue tiranizando al pueblo cubano en nombre de la Revolución, lo cual es el resultado de la excesiva prolongación en el tiempo del estado revolucionario que comenzó en enero de 1959. El régimen de Fidel Castro es el resultado de la degradación de la idea misma de revolución llevada a la realidad. Y este tipo de casos es el que hay que combatir en nombre del verdadero comunismo. Porque el comunismo no consiste en sustituir una dictadura por otra en nombre unos ideales inalcanzables y manipulados por unos pocos para someter a los demás. El comunismo consiste, básicamente, en combatir al capitalismo, que es el abuso de la propiedad privada. La acción revolucionaria que requiere este principio se basaría, sencillamente, en eliminar esas prácticas abusivas elaborando leyes que corroboren estos mismos términos, llevándolos a la práctica, y por las vías parlamentarias y democráticas. O lo que es lo mismo: llevando a cabo una planificación de la economía en que sean considerados los suficientes márgenes para que las libertades políticas, tanto individuales como colectivas, sean respetadas en toda su integridad y plenitud.

En eso mismo fallaron, o qusieron fallar para beneficio de sus protagonistas, los intentos revolucionarios cubano y soviético, entre otros. Se propusieron controlar no sólo la actividad económica, sino todas las esferas de acción individuales y sociales. Amparándose en la idea de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, así como en el concepto marxista de estructura frente a superestructura, decidieron identificar de forma absoluta, sin ningún matiz, la existencia de las libertades con la existencia de la burguesía. Libertad, socialdemocracia y liberalismo eran las superestructuras dominantes en que se plasmaba la estructura capitalista, evidentemente, de carácter burgués. Decidieron acabar con la burguesía. Ni siquiera asimilarla pacífica y dialécticamente a la nueva clase proletaria, sino eliminar físicamente a los individuos pertenecientes a esa clase social. Su revolución, la de Lenin, Stalin y Fidel Castro, fue la acción de eliminar todas las libertades para eliminar a toda la burguesía, ya que identificaban a su clase, el proletariado, con la idea de dictadura (concepto también marxista, la "dictadura del proletariado" también manipulado por Lenin y sus seguidores). Éste es el meollo del que surgieron las purgas y depuraciones del periodo estalinista.

También tuvieron mala suerte los intentos de llevar a la práctica el comunismo, pues, cuando no era desvirtuado por sus propios protagonistas, era impedido y saboteado por los gobiernos estadounidenses, y esto último sucedía, irónicamente, cuando aquellos intentos eran honrados, decentes y legítimos. Ejemplos como el de los sandinistas en Nicaragua o el de Salvador Allende en Chile son bastante ilustrativos sobre la cuestión. En cuanto a ejemplos de presidentes norteamericanos que más claramente han pretendido impedir el desarrollo del comunismo, tenemos a Nixon, a Reagan, incluso a Kennedy, quien pretendió acabar no ya con el gobierno, sino también con la vida de Fidel Castro antes de que éste se convirtiera en un déspota.

Otro aspecto del concepto de revolución que ha sido manipulado por la teoría leninista es su manera de llevarla a cabo. Lenin describió la actividad revolucionaria en términos de violencia, de empleo de la lucha armada. A este tipo de ocurrencias debemos hoy en día la existencia de organizaciones terroristas como ETA, las FARC, etcétera. Es cierto que la mayoría de las revoluciones que se han llevado a cabo o que se han intentado realizar a lo largo de la Historia, han sido de carácter violento, pero la importancia de la revolución no radica en ese hecho. Es más, eso mismo constituye un elemento de desprestigio para la imagen pública de cualquier revolución... legítima, porque este es otro aspecto que hay que dejar claro desde el principio. La legitimidad de la causa es un elemento clave a la hora de definir en qué consiste una revolución.

sábado, 27 de agosto de 2011

El relativismo moral, por Louis Van Gaal

La interpretación es siempre negativa,
y nunca es positiva.
Todo es según convenga,
pues, ¿para qué engañarnos,
cristal de don Ramón de Campoamor?

Esa es la hipocresía de Occidente,
y, víctima de ella, en este caso,
el holandés errante,
que no era muy querido en nuestras tierras,
porque era entrenador del Barcelona
y más de media España
era del Real Madrid (y sigue siéndolo).

"¿Qué le vamos a hacer? Así es la vida...
de injusta, por supuesto", dijo el árbitro.


viernes, 26 de agosto de 2011

Del asesinato considerado como una de las bellas artes, por Belén Esteban

Yo, por mi hija,
mato.

Andrea es la justificación del homicidio.
Andrea es la palabra que designa
al arte de matar que yo practico
o que practicaré si me provocan.

jueves, 25 de agosto de 2011

Intervencionismo neoliberal

Esto es ya el colmo. Lo que nos faltaba: promover recortes sociales a golpe de decreto, de ley orgánica o, lo que es más grave aún, de reforma constitucional. Este es el intervencionismo estatal que interesa a los mercados, que presionan a los Estados a través del fantasma del déficit y de las amenazas de las agencias de calificación de las primas de riesgo. Esto es como intentar coger con las manos un puñado de agua. Se pretende fijar por ley un aspecto del sistema que se halla en continua fluctuación porque depende de la coyuntura económica. En épocas de recesión, como la actual, es necesario llevar a cabo algunas restricciones en el gasto para minimizar los perjuicios derivados de un posible endeudamiento. Sin embargo, en épocas de expansión económica, hay que apovechar para realizar inversiones que reporten beneficios fiscales a las arcas del Estado, y lo que ahora se pretende hacer impediría la posibilidad de maniobrar en los términos que acabo de describir respecto a los ciclos de la economía mundial.

Por otra parte, algo que habría que hacer temporalmente es recentralizar el Estado: devolverle algunas de las competencias que ahora están en poder de las Autonomías. Éstas están demostrando una evidente falta de competencia y de responsabilidad en la gestión económica de sus territorios, cosa que también ocurre, y con mayor gravedad, en los ayuntamientos, cuyas inestables fuentes de financiación les hacen depender demasiado de lo que el sector privado les quiera ofrecer, que es casi siempre algo ilegal (recalificaciones de terrenos, etc.). La unión hace la fuerza, además de aportar cohesión y sentimiento de solidaridad en aras del proyecto común que consiste, en este caso, en salir de la crisis lo antes posible. Sin embargo, este proyecto no puede pasar por fijar, por ley, un techo de gasto público. Eso sería como pretender que el Euríbor se mantuviese siempre al mismo tipo de interés.

Lo curioso, sin embargo, radica en el hecho de que Alemania, de cuyo ejemplo ha tomado la idea el gobierno socialista, tiene un tope jurídico cuyo límite está en el 0,35% del déficit público, mientras que el Pacto de Estabilidad deja un margen bastante mayor que ese (3% del PIB). En cualquier caso, se trata de un intento de intervencionismo neoliberal, una forma más de beneficiar a los mercados en detrimento de las personas que menos recursos tienen. Porque lo que muchos no entienden, o no quieren entender, es que endeudarse consiste en gastar más de lo que uno tiene, sí, pero en beneficio de los que menos tienen. Pero es que el endeudamiento existe porque existe la usura, el cobrar unos intereses, que, por otra parte, y para colmo de todas las ironías, son directamente proporcionales al grado de pobreza en que esté sumido el país de turno al que van destinadas las ayudas. Cuanto más pobre es un país, más intereses se le cobran por la deuda adquirida. Así es como funciona el FMI y todas las instituciones creadas al término de la Segunda Guerra Mundial para beneficio de los intereses norteamericanos y de todos sus secuaces capitalistas.

martes, 23 de agosto de 2011

Neurosis obsesiva

"Los temores, cuando son reales, son menos espantosos que cuando son hijos de la imaginación" (Shakespeare, Macbeth)

La imaginación es una caja de resonancia para todas las manifestaciones del subconsciente. Lo bello y lo siniestro disponen de un ámbito de expansión tanto para el éxtasis como para el horror. El individuo que tiene la suerte o la desgracia de experimentar estas sensaciones puede canalizarlas muy positivamente si posee vocación artística. En caso de no tenerla, el individuo en cuestión es presa fácil de reformatorio u hospital psiquiátrico. Aunque también hay término medio: terapia y medicación.

lunes, 22 de agosto de 2011

La redención del comunismo 1 (El color de la igualdad)

Yo soy un firme defensor de la igualdad, porque creo que la igualdad es la consecuencia lógica e inmediata del imperio de la justicia social y del reparto equitativo de las riquezas. Pero igualdad no equivale a pobreza ni a uniformidad. Así lo entendieron los líderes del "socialismo real", o ese es el resultado que obtuvieron de sus tiránicos y totalitarios experimentos políticos y sociales. No hay más que ver las fotografías, en los manuales de Historia Contemporánea, de los desfiles militares estalinistas y maoistas en esas demostraciones prácticas del llamado "culto a la personalidad". No hay más que comprobar esos atuendos totalmente uniformados como símbolo inequívoco de sumisión absoluta al líder divino. Esta clase de idolatría conlleva ese otro fenómeno: anular la personalidad propia para adorar a la personalidad ajena y considerada superior.

Esa no es la clase de igualdad que predica el comunismo o, al menos, el tipo de comunismo en el que yo creo y que yo defiendo. Porque la igualdad que yo defiendo no supone la anulación o represión de la propia personalidad, sino todo lo contrario. La igualdad que yo defiendo favorece la libre expresión y el libre desenvolvimiento de uno mismo en el ámbito de su esfera de libertades e intimidades, porque el comunismo que yo defiendo contempla la existencia de una esfera de libertad e intimidad para cada individuo. Yo no defiendo que a una familia se la saque de su hogar para trasladarla a una granja colectiva. Estas barbaridades las hacían Stalin, Mao y Pol Pot. Estos tiranos se dedicaron a manipular toda la terminología marxista para perpetuarse en el poder. Y uno de los términos que manipularon fue, precisamente el de "igualdad". La igualdad pasó de ser sinónimo de libertad para todos a ser libertad de unos pocos y opresión de estos pocos hacia el resto (en este caso, la masa, el pueblo). Y esta forma de manipulación ideológica fue una de las bases del sistema, además de una de las principales causas del desprestigio en que el comunismo fue cayendo, especialmente desde que Krushev subió al poder de la URSS y sacó a la luz todos los horrores del régimen estalinista.

Pero quiero insistir en que la igualdad no consiste en uniformidad. La igualdad es una cuestión que, dentro de estos términos, concierne de forma excluisva, a la teoría económica. Se trata de que todos los miembros de una sociedad estén en condiciones para alcanzar la igualdad material, y, una vez alcanzada, que cada cual pinte la suya del color que más le guste. Se trata de que todos podamos tener una casa, un coche y un armario con ropa decente que nos sirva para vestirnos de forma satisfactoria. Y también se trata de que, si a mí me gusta el color rojo, yo tenga la libertad para pintar mi casa de rojo y que no me obliguen, ni a mí ni a nadie, a pintarla de azul. Y lo mismo, para el coche, y para la ropa, y para la forma de ser y de pensar, en general. Esa es la igualdad que yo defiendo, y en ella se basa el comunsimo al que aspiro y que, básicamente, no va contra la propiedad privada, sino contra los abusos de ésta, y que la única libertad a la que ataca es la de naturaleza económica, que es la que crea las desigualdades sociales.

Por último, quiero añadir e insistir en que la igualdad tampoco equivale a pobreza. Los avances que causan el desarrollo de las comodidades del individuo no son patrimonio de unos pocos, sino de toda la humanidad. Y yo tengo derecho a predicar el comunismo desde una posición material relativamente acomodada sin tener que sentirme culpable por ello, y es que lo que yo tengo lo quiero también para los demás, especialmente para quienes no pueden tenerlo. Algunos demagogos me dirán que, si tanta pena me dan esos pobres desposeídos, que yo les done mis posesiones... como si, en primer lugar, mis posesiones fueran tantas, y, en segundo, como si eso sirviera de algo (teniendo en cuenta, además, que las posesiones de las que yo disfruto me las he ganado trabajando y tengo todo el derecho a disfrutar de ellas).

La igualdad, y el comunismo por extensión, debería consistir en fijar un tope a las rentas percápitas y patrimonios en general. Esto es, fijar un límite a la cantidad de riquezas que un solo individuo tiene derecho a poseer. Porque todos tenemos derecho a una vivienda digna, a dos, e, incluso, a tres (y estoy siendo demasiado generoso)... pero, ¿ a diez o a veinte? Este tipo de ejemplos son los que se correponden con situaciones exageradas a las que se ha llegado a causa de alguna clase de abuso, aquel que consiste en que los ricos se vayan haciendo más ricos para que los pobres se hundan más en la pobreza. Porque en el momento en que a uno le sobra, a otro le falta, y ésta es la lacra más grave que la igualdad pretende eliminar. Y, en cuestiones de propiedad, el límite que separa lo razonable de lo obsceno no debería ser tan difuso, porque en este mundo hay sitio y recursos de sobra para todos. El problema es que unos quieren ser, materialmente, más que otros, a costa, incluso, de la integridad física y moral de estos últimos. Y esto es lo que nuestros gobernantes no deberían consentir.

Utopía

"Nada hay para mí tan importante como lo que todavía no existe." (Shakespeare, Macbeth)

Lo que todavía no existe constituye una plataforma infinita para la puesta en práctica de cualquier invención humana. Tiene la virtud y la ventaja de su gran potencialidad, de todo cuanto promete, de las expectativas que crea. Pero también conlleva un defecto y una desventaja el hecho de que todavía no ha sido realizado y, lo que es peor, que quizá no llegue a realizarse jamás.

Cuestiones como la justicia social y el reparto de riquezas son ejemplos de este tipo. Todavía no existen, pero pueden llegar a existir. Y, mientras esto no ocurra, hay mucha gente que no estará satisfecha. Se trata de la clase de personas que están más pendientes y preocupadas por los logros que pueden alcanzarse en el futuro que por aquello que ya se ha conseguido.

Lo que no tiene lugar, o no debería tenerlo, es todo aquello que resulta dañino, perjudicial y cruel para la humanidad. Sin embargo, esto es, precisamente, de lo que más abunda. Todas las utopías se ensañan con lo bueno, puesto que lo malo ya existe por defecto. Rousseau tuvo la audacia de rescatar las cuatro o cinco pepitas de oro que se hallaban enterradas en lo más profundo, viscoso y nauseabundo del océano de fango que es la existencia. Es poca cosa, pero es lo que hay, lo que siempre hubo y lo que siempre habrá. Algunos creen que merece la pena meterse en el fango para rescatar esas pepitas de oro. Otros, por cobardía, pereza o indiferencia, se encierran en su torre de marfil para dedicarse a cultivar una misantropía muy razonable. Lo importante es adoptar una postura ante esta cuestión. Y esa postura puede variar a lo largo de la vida. Uno puede empezar lleno de ilusión por cambiar el mundo, y terminar cansado y harto, de todo y de todos. También puede suceder lo contrario: empezar desengañado de la vida, escéptico ante todo, y que el propio desenvolvimiento vital le haga a uno alcanzar la fe del cambio positivo. Incluso pueden darse casos de total y absoluta monotonía, para bien o para mal. O lo que es lo mismo: empezar de una forma, continuar igual y terminar igual. Y esto puede afectar tanto a una actitud de compromiso como de indiferencia. Pero yo creo que estos casos son muy excepcionales, porque todo en la vida nos afecta y nos hace reaccionar y adoptar alguna postura con la que encarar nuestras circunstancias. De eso no se libra nadie, o casi nadie.

Conversaciones con Pinocho

Jack Lucas está borracho, lo cual le lleva a entablar conversación con un Pinocho de madera (obviamente) que acaba de regalarle, a modo de limosna, un niño que le ha confundido con un mendigo.

- ¿Has leído a Nietzsche?- le pregunta al muñecoarrastrando torpemente cada sonido que sus labios de borracho le permiten pronunciar-. Nietzsche distinguía dos tipos de personas: las que destacan y las que pasan desapercibidas. A estas últimas las agrupó en lo que él denominaba "la masa prescindible".

Teniendo en cuenta su idea del "superhombre", no es de extrañar que el filósofo alemán considerara normal e, incluso, beneficioso, prescindir de esa masa, de esa inmensa mayoría de la humanidad que, si bien es ensombrecida por la brillantez de esos pocos elegidos, también es ella la que los sostiene y les erige los monumentos.

Durante mucho tiempo, consideré a Nietzsche como el ideólogo de Hitler. Sin embargo, una cosa es lo que se dice o piensa, y otro muy distinta, lo que se hace. Además, ¿qué culpa tuvo el genio creador Nietzsche de que un siglo después de su muerte apareciera Hitler y le robara al filósofo las ideas para cultivar y satisfacer su genio destructor? Horacio también poseía un espíritu elitista ("odi profanum volgus et arceo...") y, sin embargo, no era un nazi.