BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











domingo, 27 de noviembre de 2011

El profesor se reconcilia con su oficio

De una vez por todas, el profesor va a intentar dejar de odiar su trabajo para tomárselo en serio y, a ser posible, empezar a amarlo y a comprometerse con él, por el bien de los alumnos e intentando rendir tributo a la disciplina que imparte.

El profesor va a intentar hacer suya la asignatura personalizando los métodos de enseñanza en la medida de lo posible, con la noble intención de divertirse y hacer divertida y amena la asignatura para sus alumnos. El profesor va a dejar de improvisar y va a empezar a preparar sus clases pensando en los intereses de sus alumnos, para que estos aprendan nuevos conocimientos a partir de materiales que sean de su interés.

Lo mejor de todo es que el profesor sabe que tiene talento para hacer todo esto, y quiere ser generoso y darlo todo para beneficio de sus alumnos, para la dignificación de su profesión y, sobre todo, para satisfacción propia.

El profesor quiere reconciliarse definitivamente con su oficio, porque quiere dejar de vivir amargado y empezar a valorar todo lo que tiene, que es mucho, mucho, muchísimo.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Once razones para seguir luchando

No somos mayoría, pero somos más que antes, bastantes más. Y eso nos da esperanza, la esperanza que necesitamos para seguir lucando por aquello en lo que creemos, por la puesta en práctica del verdadero comunismo: un comunismo democrático como cauce político ideal para llevar a cabo una planificación económica gestionada en el marco de un parlamento con representación de todos los partidos políticos, y gozando de un poder ejecutivo (Jefatura de Estado) que sea de carácter electivo y no hereditario.

No somos mayoría, pero somos más que antes. Y este hecho constituye un primer paso importantísimo para empezar a cambiar las cosas, y lo primero que hay que cambiar es este sistema que ha conducido a la democracia a un evidente estado de degradación moral e institucional que la hace depender de unos mercados cuyos poderes, representados por las agencias de calificación, las grandes empresas y los índices bursátiles, son infinitante mayores, son más influyentes y tienen más repercusiones que las que pueda tener el hecho de cada ciudadano introduzca una papeleta en una urna cada cuatro años.

A partir de ahora, y durante los próximos cuatro años, quienes pensamos así no tendremos mayoría para cambiar las cosas a nuestro antojo, pero sí gozaremos de un nivel de representación suficiente para que, al menos, se nos tenga en cuenta.

viernes, 18 de noviembre de 2011

La apoteosis de la condición humana

La historia del individualismo es la historia de la degradación de una utopía. El individualismo comenzó representando el afán de superación espiritual, intelectual, física y moral del ser humano. Esta actitud humana vino de la mano del renacimiento de los siglos XV y XVI, cuando el hombre estaba empezando a liberarse de las ataduras medievales de la socieldad feudal, en que la estructura del teocentrismo impedía al individuo desarrollarse plenamente.

Ya en pleno Renacimiento, durante el siglo XVI, el cultivo del máximo desarrollo del individuo llega a su apogeo y se pone de moda, en los círculos de la élite cultural, la figura del humanista y del poeta soldado, aquel que domina por igual las armas y las letras. Esta época supone también el final de la filosofía escolástica para iniciar un acercamiento directo y personal a las fuentes clásicas (grecolatinas) de todas las dimensiones del conocimiento. Se pretende imitar a los clásicos, pero partiendo de la propia experiencia directa de las cosas y del razonamiento deductivo derivado de este proceso. Sin embargo, las guerras de religión entorpecieron no poco esta actividad humanística del individuo, dado que la nueva tarea filológica englobaba también los textos bíblicos y, allí donde triunfaron tendencias como el catolicismo y el calvinismo, el proceso se cortó de raíz para volver a los orígenes, o lo que es lo mismo: al acatamiento pasivo del dictamen de las autoridades religiosas sobre cualquier cuestión, especialmente en cuanto a la interpretación de las Sagradas Escrituras.

El siglo XVII constituye una herencia nefasta del siglo anterior, pues supuso una continuación de las guerras iniciadas durante aquellos años. Esto fue causa de que el individualismo entrara en crisis y se produjera un retrotraimiento en ese afán expansivo de todas las potencialidades humanas. Se inició una ola de pesimismo existencial que provocó el regreso masivo a la fe religiosa como consecuencia lógica de la pérdida de seguridad individual y de confianza en las propias posibilidades.

Los filósofos franceses de la Ilustración aportaron su grano de arena en aras de la recuperación de la confianza del ser humano en sus posibilidades de autorrealización personal en el seno de la naturaleza gracias a las teorías racionalistas y al nacimiento del liberalismo como forma de gobierno, la cual pone en cuestión el origen divino de la legitimidad otorgada a las monarquías europeas. Este renacimiento del individualismo, no obstante, ya empieza a arrastrar consigo elementos de carácter materialista debido al auge y expansión del fenómeno revolucionario vinculado al desarrollo de la industria en el ámbito de la producción textil en Inglaterra. Se trata de un individualismo materialista que fue consolidado y prácticamente institucionalizado en la obra de Adam Smith La riqueza de las naciones, en que se describen los mecanismos de funcionamiento del mercado en clave burguesa: mercantilización de la sociedad a través de la relación entre la oferta y la demanda. En este punto se inicia el declive del ideal individualista en toda su pureza, nobleza y afán humanista de superación personal para empezar a convertirse en una esfera más de dominio mercantil.

En el siglo XIX, se produce una reacción al incipiente materialismo capitalista por parte de la ideología marxista, cuyo padre, Karl Marx, pretende recuperar la nobleza ideal del individualismo a través de la defensa del comunismo, una corriente utópica que defiende la propiedad colectiva de los medios de producción y la abolición de la sociedad de clases, entre otras cosas, a partir del intento de que la clase oprimida, el proletariado, adquiera conciencia de sí misma, de la miseria en que vive, para hacerla llegar al autoconvencimiento de su derecho a exigir mejoras en sus condiciones laborales.

El siglo XX es la época de las grandes decepciones en relación con las utopías nacidas en la época renacentista (individualismo humanista) y las más recientes del siglo anterior (socialismo utópico y socialismo científico o marxismo). La Unión Soviética constituye el mejor argumento de los defensores del mercado libre en su defensa del liberalismo económico como el único sistema favoreceder de las libertades individuales. Sin embargo, la globalización ha demostrado y sigue demostrando más bien lo contrario, sobre todo desde que, a partir del siglo XVIII y sancionado por Adam Smith y corroborado por el fenómeno de la primera revolución industrial, el individualismo humano se ha convertido más en un afán de acumulación materialista, basado en la codicia pura y simple, que en una actitud de superación personal a través del cultivo del cuerpo y de la mente basada en el estudio, el amor a la belleza y al conocimiento y la práctica de ejercicio físico, este último también como un método más de superación personal y de logro de metas cada vez más elevadas que contribuyen al incremento del bienestar y de la salud corporal.

La apoteosis de la condición humana se produce, como hemos comentado, a una edad histórica muy temprana (finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento), pero su mantenimiento y desarrollo en el tiempo es más bien escaso, pues muy pronto surge el materialismo capitalista, que causa la degradación del ideal humano de autorrealización personal convirtiéndolo en un simpley ramplón afán de enriquecimiento de carácter exclusivamente materialista, hasta el punto de que el ser humano pasa, de ser considerado por su valía personal y sus conocimientos, a ser tenido en cuenta únicamente por su nivel de renta personal, es decir, por el dinero que gana y por las posesiones que tiene.

La historia del individualismo es la historia misma del ser humano: un proceso que nace con una gran altura de miras, teniendo al hombre como el dueño de la naturaleza y del universo y considerándole capaz de realizarse en el mejor de los sentidos, hasta el punto de la poder redimir a la condición humana del lastre del pecado original y, por tanto, de reconciliarse con Dios poniéndose a su alturta o, incluso, más arriba. Por desgracia, esa inicicial altura de miras se cae bruscamente de bruces ante dos imporantes obstáculos: el primero de ellos, la contrarreforma y las guerras religiosas subsiguientes, y el segundo, más adelante, con la consolidación política y económica del capitalismo y las relaciones mercantiles que condenan a la condición humana y todos sus logros a convertirse en un simple objeto manejado , en contra de su voluntad, por las leyes de la oferta y la demanda.

La insoportable inutilidad del ser

Creo que soy un inútil para todo, excepto para escribir, lo cual no sería tan grave si me dedicara profesionalmente a ello. Resulta especialmente preocupante el hecho de ser un inútil tanto en el trabajo como en la vida cotidiana. No obstante, y como dice el refrán, a pesar de mi inutilidad, debo de ser un gran hombre, porque tengo la enorme fortuna de contar con una gran mujer que me quiere, me apoya y me comprende. Si queda algo de provecho en mí que pueda sacarse a la luz y ser explotado para beneficio de la humanidad, será gracias a ella, y solo a ella, pues solo a ella debo el haber llegado a donde estoy en términos de éxito profesional y personal.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Proporcionalidad inversa entre el crecimiento económico y el nivel de protección social

Es curioso el fenómeno: a partir de ciertos niveles de crecimiento económico, cuanto menos nivel de protección social exista en un Estado, más margen tiene ese Estado para seguir creciendo. Es lo qu sucede en el caso de China, por ejemplo. Lo que convierte a este país oriental en la segunda máxima potencia económica del mundo es, precisamente, su gobierno dictatorial y opresor con la clase trabajadora. Puesto que los obreros chinos no tienen derechos laborales (seguridad social, convenios colectivos a efectos de horarios y salarios mínimos, etc.), los empresarios tiene vía libre para explotarlos y sacarles todo el jugo posible, como a una naranja, hasta dejarlos a los pobres bien sequitos. En estas circunstancias de absoluto desamparo social por parte de los trabajadores, no hay freno alguno para el crecimiento económico del país, que ha llegado a superar, en el año 2006, el 10% del PIB: una auténtica barbaridad, que supone un auténtico chollo para los inversores y sus multinacionales, pero una indecencia para los derechos de los trabajadores. Es incomprensible, teniendo en cuenta esta realidad, que algunos economistas defensores del mercado libre pongan a China como modelo ideal de crecimiento económico, porque, de hecho, el chino constituye el peor ejemplo posible de todos los males posibles que puede acarrear la puesta en práctica del sistema capitalista.


Lo razonable, por tanto, en un país que proteja a sus trabajadores, es crecer, en época de bonanza, a un máximo de un 4% del PIB, en términos aproximados. Se trata de un término medio que, en este caso, puede beneficiar a todos los agentes sociales (empresarios y trabajadores) y a las arcas del Estado. Se trata de un punto de equilibrio que, por una parte, contribuye a la igualdad social y, por otra, evita que surjan monopolios o superpotencias que acaben imponiendo sus criterios a los países o, mejor dicho, a las empresas que sean menos competitivas o más débiles en el mercado global.

Las paradojas del capitalismo implican la necesidad del desarrollo de todas las fuerzas productivas de un país, pero siempre dentro de un marco en el que se garanticen las protecciones sociales mínimas. No se deberían aplaudir, jalear o legitimar modelos de crecimiento económico que no tengan en cuenta los derechos de los trabajadores, por mucho que esto suponga un freno al máximo beneficio empresarial.

¿Escritor profesional o escritor vocacional?

Todos los escritores profesionales lo son, también, por vocación. Pero no todos los escritores por vocación son, además, profesionales de la literatura. Los primeros son metódicos, constantes. Dedican siete o ocho horas al oficio y llegan a escribir una media de treinta páginas diarias. Además, suelen ser autores de novelas, de best sellers, que son el género literario más comercial y cuyos porcentajes de ventas no tienen nada que envidiar a otros productos, como teléfonos móviles, ordenadores o determnada ropa de marca. Y es que sería raro que un autor se ganara la vida escribiendo libros de ensayo o de poesía, géneros más elitistas culturalmente hablando, y que solo consumen unas minorías para las cuales la lectura constituye mucho más que un ejercicio de entretenimiento y evasión, pues este tipo de lectores busca realizarse estética e intelectualmente, aumentar sus conocimientos y ensanchar sus horizontes, expectativas y perspectivas vitales.

Este segundo tipo de escritores es el que denomino, más propiamente hablando, "escritores vocacionales", sin desmerecer un ápice al otro tipo de literatos, cuya labor es igual de digna, si no más, ya que estos últimos tienen la gran virtud de extender la literatura y los hábitos lectores a estratos sociales cuyos miembros, a priori, no se caracterizan, precisamente, por su amor a los libros.

En cuanto al tipo que he denominado como "escritor vocacional", se caracteriza, en primer lugar, por no ser un escritor profesional, ya que solo escribe cuando se halla inspirado. En segundo lugar, el escritor vocacional no pretende ganar dinero, sino alcanzar el reconocimento de los círculos literarios más prestigiosos y, a ser posible, llegar a aportar su pequeño granito de arena a la tradición ya existente del género literario que cultive.

Puesto que no se dedica profesionalmente a la escritura, el escritor vocacional desempeña otra tarea, que es la que le da de comer, y que depende tanto del perfil académico del sujeto en cuestión como de sus intereses profesionales. Si hablamos, por ejemplo, de un ensayista, suele tratarse de un profesor universitario que, en sus ratos libres, o como parte de su labor docente e investigadora, se dedica a escribir tratados, más o menos especializados, sobre los temas sobre los que es un experto. Dentro de este perfil, también se pueden incluir los periodistas, si bien esta profesión no suele ser tan estable y tranquila como la de un profesor universitario. Finalmente, tenemos al poeta, del que con más seguirdad se puede afirmar que escribe cuando está inspirado. Si bien, también en este caso, los poetas suelen ser profesores universitarios o de enseñanza media. Al ser la poesía un género literario que no requiere una dedicación metódica y constante, no es necesario disponer de mucho tiempo libre para ponerse a escribir versos, de modo que cualquier persona puede ser poeta y ser, a la vez, oficinista, comercial, cartero, camarero, basurero, limpiador, etcétera.

Yo, por mi parte, me considero un escritor vocacional, de los de la segunda acepción que he descrito más arriba. Me gano la vida dando clases en la enseñanza media y, por las tardes, me dedico a mis libros, pero, en este caso, más a leerlos que a escribirlos, porque creo que, para escribir bien, hay que leer mejor, y que ser un buen lector es condición indispensable para ser un buen escritor. Y creo que ésta es una característica más del escritor vocacional: prefiere leer mucho y escribir poco para que lo poco que escribe sea hermoso y trascendente, pues, al fin y al cabo, es eso lo que busca: hermosura y trascendencia.

martes, 15 de noviembre de 2011

Oda a la prima de riesgo

Eres la peste negra del siglo veintiuno.
Eres el cáncer de la democracia,
el brazo armado del capitalismo.
Italia, Grecia, España...
... conforman el pastel de deuda soberana
que los ejecutivos se reparten
con unos altos tipos de interés.

Eres el enemigo del bienestar social,
la niñita mimada
de la globalización.
Tú causas el efecto dominó:
Cuando Estados Unidos estornuda,
el mundo se resfría y entra en crisis.

De ti nadie se salva,
ni Silvio Berlusconi,
que no es, precisamente, un comunista.

Las multinacionales se rinden a tus pies,
pues les haces ganar mucho dinero.
Entre amortizaciones y tipos de interés,
los especuladores se cobran su Botín
mientras la clase media se hunde en la miseria.

Tu nombre dice todo sobre ti:
el riesgo de perder soberanía,
el riesgo de quedarnos en la calle,
el resgo de perder nuestros trabajos,
el riesgo de ser pasto
del mercado insaciable...
eso es lo que tú eres: un veneno.

domingo, 13 de noviembre de 2011

La paradoja empresarial

Se trata de una de las muchas contradicciones del capitalismo, las cuales, según Marx, conducirían tarde o temprano, a la destrucción del mismo sistema. Y está claro, muy claro, que el pensador alemán se equivocó en este punto de sus especulaciones teóricas.

Pero el caso es que el mundo empresarial encierra una paradoja que obra en contra del interés de todos los agentes implicados, tanto de los empresarios como de los trabajadores. Se trata de lo siguiente: las empresas, al buscar siempre el máximo beneficio en su actividad productiva, hacen que la situación de los trabajadores esté constantemente en peligro, en términos de estabilidad y poder adquisitivo. Sin embargo, esta actitud redunda en contra de esas mismas intenciones de maximizar la obtención de beneficios, puesto que, si hay que despedir a trabajadores para mejorar la productividad, luego va a haber menos demanda para cubrir los niveles de productividad alcanzados, y de nada sirve producir mucho si luego no se vende nada, con lo cual haber reducido costes laborales para incrementar los beneficios ha provocado el efecto justamente contrario: si se produce mucho y no se vende nada, no hay beneficio que valga.

La clave del éxito empresarial radica en el bienestar de los trabajadores, y esto es algo que los dueños del mercado no entienden. Porque el bienestar implica tener poder adquisitivo, y el poder adquisitivo conduce a los hábitos consumistas, que son la base de todo el tinglado. Si los empresarios se preocuparan más por sus empleados que por los beneficios, otro gallo nos cantaría a todos, y sería un canto muy distinto, mucho más agradable y armonioso para todos los oídos de la sociedad. Porque, si la letra de ese canto tratara del mantenimiento del poder adquisitivo de la clase trabajadora, entonces la sociedad de consumo sería sostenible y no sería causa de desigualdades.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Notas sobre poesía barroca

He llegado a una conclusión: odio las letrillas populares de los poetas barrocos españoles. Me resultan soberanamente aburridas y monótonas, creo que por su excesiva extensión. Un ejemplo, "Dejadme llorar,/ orillas del mar". Creo que esta vertiente imitativa de la poesía del siglo XVII constituye un lastre dentro del panorama lírico del periodo. Yo, desde luego, me quedo con las versiones originales, las que se remontan a los primeros balbuceos expresivos de la Edad Media, y que comparten protagonismo con las jarchas mozárabes y las cantigas galaicoportuguesas. Me quedo con la espontánea brevedad de perlas como ésta:

Miraba la mar
la malcasada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga....

o ésta:

Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid a la luz del día....

Lo original es siempre lo mejor, y, en este caso, ni siquiera igualado, mucho menos superado, por figuras tan brillantes como Lope, Góngora o Quevedo, los tres grandes autores barrocos de nuestras letras españolas.

Siguiendo con Lope, creo que, de toda su producción lírica, me quedo con ese pasaje de La Dorotea que empieza con esos versos tan famosos: "A mis soledades voy,/ de mis soledades vengo,/ porque, para andar conmigo,/ me bastan mis pensamientos." Toda la vertiente senequista de la época se encuentra expresada a la perfección en este hermoso romance, el cual contiene, en las palabras que lo articulan, encerradas las grandes verdades de aquella época de crisis política, económica y social en la que muchos optaron por refugiarse en los aspectos más sencillos de la realidad frente a los excesos de los monarcas, artífices de la bancarrota nacional y de las guerras de religión.

Creo que este poema iguala en calidad a algunos de sus sonetos más conocidos, como "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?" o "Soneto de repente"( "Un soneto me manda hacer Violante..."). En realidad, tratándose de un genio como Lope, siempre hay dónde elegir, y, siempre, de lo mejor de nuestra poesía.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Liberalismo moral y liberalismo económico: la izquierda y la derecha

La derecha sigue siendo liberal en economía e intervencionista en cuestiones morales, y la izquierda es justo lo contrario: intervencionista en economía y liberal en el ámbito de las conciencias individuales. Yo creo que la verdadera libertad, la que realmente dignifica a la persona, emana del liberalismo moral, y no del liberalismo económico. El liberalismo económico degrada al individuo, lo esclaviza, cosifica y mercantiliza, mientras que el liberalismo moral lo enriquece y le permite ensanchar sus horizontes vitales, humanos e intelectuales.

La gran hipocresía de la derecha sigue siendo la misma. Sólo son liberales para lo que les conviene, que es mantener sus privilegios económicos, empresariales, financieros y mercantiles. Cuando se trata de juzgar comportamientos, gustos y actitudes ajenas, ahí está la derecha para imponer su criterio sin dar lugar a alternativas. Y, entonces, el aborto se convierte en un asesinato, en lugar de ser visto como lo que realmente es: la consecuencia del libre ejercicio de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo; y la eutanasia se convierte en un asesinato, en lugar de ser vista como lo que realmente es: el derecho de las personas a elegir cómo, cuándo y dónde quieren morir; y el matrimonio homosexual se convierte en el cáncer del modelo tradicional de la familia por no querer reconocer lo que realmente es: el reconocimiento de la verdadera igualdad social y e individual en todos sus niveles de manifestación.

Cuando la derecha sea tan permisiva y estimulante con el mercado como con el derecho de la mujer a decidir libremente sobre su cuerpo, entonces empezaré a tomármela en serio.

domingo, 6 de noviembre de 2011

José Blanco, campeón

Campeón de la hipocresía, del cinismo y de la demagogia. Cuando el mal llamado "socialismo español" parecía que no podía caer más bajo, llega Pepiño y se apunta un tanto más en el hundimiento ético y moral del PSOE.

La Operación Campeón nos trae a la memoria el recuerdo de los casos más vergonzosos de la corrupción del gobierno felipista de los años ochenta, si bien, en comparación con el grado de escándalo que provocaron los casos precedentes (fondos reservados, financiación ilegal de partidos, terrorismo de Estado), un simple soborno a cambio de determinado tipo de concesiones políticas no parece sino cosa de poca importancia, pecatta minuta, que dirían los clásicos. En este caso, el simple soborno asciende a la cifra de 400000 euros, con los que una empresa farmacéutica ha pretendido agilizar una serie de gestiones relacionadas con el Ministerio de Sanidad.

Evidentemente, la Justicia está en trámites de pronunciarse al respecto, pero el señor Blanco debería aplicarse el cuento: al mínimo indicio de vinculación de un cargo político con un caso de corrupción, cualquiera que sea ese caso y cualquiera que sea el grado de dicho vínculo, presentar la dimisión. Aunque luego sea declarado inocente, como ha sucedido con Luis Bárcenas. Si al ex-tesorero del PP le obligaron a hacerlo, ¿por qué la cosa tendría que ser distinta con José Blanco? En todo caso, de resultar inocente, que fuera readmitido en el cargo. Claro que, si el PSOE no gana las próximas elecciones, como todo parece anunciar, habrá perdido ese cargo para siempre, o, al menos, hasta dentro de cuatro años.

El cisma económico

¿En qué momento de la Historia el Mercado se desligó del Estado para imponerse a él? Es más: ¿alguna vez el Estado mandó sobre el Mercado? Yo creo que sí, ¿no? Pienso que el Estado proporcionó al Mercado un marco legal en el que desarrollarse (liberalismo), y hubo un momento en que el Mercado ya estaba lo suficientemente maduro para echar a volar solito por la vida, como un hijo que se independiza de la tutela de sus padres. Entonces, el Mercado empezó a comportarse como un hijo desagradecido sometiendo a su padre, el Estado, a toda clase de caprichos y arbitrariedades totalmente desproporcionados exigiéndole siempre más de lo que el Estado le podía dar. Se acostumbró a tratarlo a base de chantajes y amenazas sólo con el intento de obtener el máximo beneficio en todas las situaciones imaginables. Y el Estado, evidentemente, tuvo que reaccionar para defenderse. Y recurrió al ojo por ojo, y decidió que utilizaría el mismo método de coacción dotándose de una serie de mecanismos legales (medidas intervencionistas, impuestos, aranceles, favoritismos sindicales, etc.). Pero el Mercado tenía todas las de ganar, porque el sistema mismo le favorecía, y decidió asestar la puñalada a su padre: se largó del país y se llevó todo lo que papá Estado le había proporcionado para salir adelante, y los dejó a todos en la pobreza. Finalmente, el Mercado fue acogido por unos padres adoptivos de los que esperaba sacar el mismo beneficio. Si estos nuevos padres se oponían a sus intenciones, ya sabían lo que les esperaba... ¿o no? ¿Conocerían los nuevos Estados los peligros de acoger al Mercado en sus entrañas?