BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











viernes, 18 de noviembre de 2011

La apoteosis de la condición humana

La historia del individualismo es la historia de la degradación de una utopía. El individualismo comenzó representando el afán de superación espiritual, intelectual, física y moral del ser humano. Esta actitud humana vino de la mano del renacimiento de los siglos XV y XVI, cuando el hombre estaba empezando a liberarse de las ataduras medievales de la socieldad feudal, en que la estructura del teocentrismo impedía al individuo desarrollarse plenamente.

Ya en pleno Renacimiento, durante el siglo XVI, el cultivo del máximo desarrollo del individuo llega a su apogeo y se pone de moda, en los círculos de la élite cultural, la figura del humanista y del poeta soldado, aquel que domina por igual las armas y las letras. Esta época supone también el final de la filosofía escolástica para iniciar un acercamiento directo y personal a las fuentes clásicas (grecolatinas) de todas las dimensiones del conocimiento. Se pretende imitar a los clásicos, pero partiendo de la propia experiencia directa de las cosas y del razonamiento deductivo derivado de este proceso. Sin embargo, las guerras de religión entorpecieron no poco esta actividad humanística del individuo, dado que la nueva tarea filológica englobaba también los textos bíblicos y, allí donde triunfaron tendencias como el catolicismo y el calvinismo, el proceso se cortó de raíz para volver a los orígenes, o lo que es lo mismo: al acatamiento pasivo del dictamen de las autoridades religiosas sobre cualquier cuestión, especialmente en cuanto a la interpretación de las Sagradas Escrituras.

El siglo XVII constituye una herencia nefasta del siglo anterior, pues supuso una continuación de las guerras iniciadas durante aquellos años. Esto fue causa de que el individualismo entrara en crisis y se produjera un retrotraimiento en ese afán expansivo de todas las potencialidades humanas. Se inició una ola de pesimismo existencial que provocó el regreso masivo a la fe religiosa como consecuencia lógica de la pérdida de seguridad individual y de confianza en las propias posibilidades.

Los filósofos franceses de la Ilustración aportaron su grano de arena en aras de la recuperación de la confianza del ser humano en sus posibilidades de autorrealización personal en el seno de la naturaleza gracias a las teorías racionalistas y al nacimiento del liberalismo como forma de gobierno, la cual pone en cuestión el origen divino de la legitimidad otorgada a las monarquías europeas. Este renacimiento del individualismo, no obstante, ya empieza a arrastrar consigo elementos de carácter materialista debido al auge y expansión del fenómeno revolucionario vinculado al desarrollo de la industria en el ámbito de la producción textil en Inglaterra. Se trata de un individualismo materialista que fue consolidado y prácticamente institucionalizado en la obra de Adam Smith La riqueza de las naciones, en que se describen los mecanismos de funcionamiento del mercado en clave burguesa: mercantilización de la sociedad a través de la relación entre la oferta y la demanda. En este punto se inicia el declive del ideal individualista en toda su pureza, nobleza y afán humanista de superación personal para empezar a convertirse en una esfera más de dominio mercantil.

En el siglo XIX, se produce una reacción al incipiente materialismo capitalista por parte de la ideología marxista, cuyo padre, Karl Marx, pretende recuperar la nobleza ideal del individualismo a través de la defensa del comunismo, una corriente utópica que defiende la propiedad colectiva de los medios de producción y la abolición de la sociedad de clases, entre otras cosas, a partir del intento de que la clase oprimida, el proletariado, adquiera conciencia de sí misma, de la miseria en que vive, para hacerla llegar al autoconvencimiento de su derecho a exigir mejoras en sus condiciones laborales.

El siglo XX es la época de las grandes decepciones en relación con las utopías nacidas en la época renacentista (individualismo humanista) y las más recientes del siglo anterior (socialismo utópico y socialismo científico o marxismo). La Unión Soviética constituye el mejor argumento de los defensores del mercado libre en su defensa del liberalismo económico como el único sistema favoreceder de las libertades individuales. Sin embargo, la globalización ha demostrado y sigue demostrando más bien lo contrario, sobre todo desde que, a partir del siglo XVIII y sancionado por Adam Smith y corroborado por el fenómeno de la primera revolución industrial, el individualismo humano se ha convertido más en un afán de acumulación materialista, basado en la codicia pura y simple, que en una actitud de superación personal a través del cultivo del cuerpo y de la mente basada en el estudio, el amor a la belleza y al conocimiento y la práctica de ejercicio físico, este último también como un método más de superación personal y de logro de metas cada vez más elevadas que contribuyen al incremento del bienestar y de la salud corporal.

La apoteosis de la condición humana se produce, como hemos comentado, a una edad histórica muy temprana (finales de la Edad Media y comienzos del Renacimiento), pero su mantenimiento y desarrollo en el tiempo es más bien escaso, pues muy pronto surge el materialismo capitalista, que causa la degradación del ideal humano de autorrealización personal convirtiéndolo en un simpley ramplón afán de enriquecimiento de carácter exclusivamente materialista, hasta el punto de que el ser humano pasa, de ser considerado por su valía personal y sus conocimientos, a ser tenido en cuenta únicamente por su nivel de renta personal, es decir, por el dinero que gana y por las posesiones que tiene.

La historia del individualismo es la historia misma del ser humano: un proceso que nace con una gran altura de miras, teniendo al hombre como el dueño de la naturaleza y del universo y considerándole capaz de realizarse en el mejor de los sentidos, hasta el punto de la poder redimir a la condición humana del lastre del pecado original y, por tanto, de reconciliarse con Dios poniéndose a su alturta o, incluso, más arriba. Por desgracia, esa inicicial altura de miras se cae bruscamente de bruces ante dos imporantes obstáculos: el primero de ellos, la contrarreforma y las guerras religiosas subsiguientes, y el segundo, más adelante, con la consolidación política y económica del capitalismo y las relaciones mercantiles que condenan a la condición humana y todos sus logros a convertirse en un simple objeto manejado , en contra de su voluntad, por las leyes de la oferta y la demanda.

4 comentarios:

  1. Querido sobrino.Magníficas reflexiones.Aprendo mucho de ti,aunque discrepe en ciertas cosas.Soy un ferviente defensor del individuo y no tanto del individualismo.El hombre nunca podrá estar a la altura de Dios.Somos menos que un granito de arena en el Universo comparado con EL.
    Me asusto cuando leo que Santiago Carrillo es tu ídolo.Un abrazo muy fuerte.

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  2. CAS: El individualismo es muy peligroso, querido.
    Individual: uno, singular, egoísta. Para que el individualismo sea posible, uno gana y el resto se le queda mirando. Por eso es difícil que perdure.
    Del teocentrismo (Dios es el centro del universo y de él dependen los miserables mortales) pasamos al antropocentrismo, pero, ¿el hombre es el centro del universo? ¿qué hombre? ¿sólo uno? porque si se han levantado grandes y santas guerras por defender el monoteismo ("Dios es uno, sí, pero el mío"), ¿que no se levanta si es un hombrecillo, humano y mortal, quien intenta colocarse en el centro de la diana y alzar su dedo? No justifico las guerras, ni aplaudo los alzamientos populares, pero, ¿qué haríamos si tuviésemos el timón? ¿y si lo tuviera el vecino? ¿cuánto tardaríamos en pegarle el empujoncito y ponernos en su lugar?

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  3. El individualismo, en mi modesta opinión, es bueno; el individuo es un mojón, con perdón de la expresión. ¿Te has preguntado alguna vez por qué en España hubo un Renacimiento tan pobre que es difícil rastrearlo en el arte y en la literatura? Yo sí... Tenemos que esperar al siglo XX para tener un grupo de intelectuales y humanistas medio regularcitos. Deberíamos aprender de los italianos y de los franceses y de sus épocas doradas.

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  4. Speranza, estamos esperando a que te conviertas en la próxima mujer intelectual, pero dudo de que algún día leamos tus obras. El intelectualismo siempre lo han desarrollado los hombres. Tú sólo haces de "consumidora pasiva", con tus patéticas opiniones como mujer.

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