BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 2 de junio de 2010

Cuestiones culturales

Hoy mi novia ha asistido a una boda musulmana en Algeciras en compañia de una compañera de trabajo y amiga suya. Era la primera vez que ambas participaban en un evento como éste, y no sabían lo que se iban a encontrar. Al final, lo que se encontraron fue que, como en tantas otras esferas de la vida, en esta ocasión a las mujeres se las castiga. En este caso, sin comer. En lugar de canapés y copas de vino y cerveza, las chicas se encontraron con que lo único que se les servía de condimento era agua y té. Eso, para las mujeres, porque los hombres de la boda ya habían celebrado- por separado, cómo no- su fiesta a medio día, y, ellos sí, con el banquete correspondiente a su condición de machos dominantes.

Laura, mi novia, zanja la cuestión resigándose a constatar que "son cuestiones de culturas, culturas diferentes". Los avatares de la Historia son sumamente curiosos. La, que durante la Edad Media, fue una de las civilizaciones más avanzadas, sofisticadas, cultas y exquisitas, en nuestros días tiene la asignatura pendiente de evolucionar y ponerse a la altura de los tiempos que corren superando cuestiones como la diferencia de sexos y la separación entre religión y política.

El caso que he descrito constituye una manifestación más de la diferencia de sexos que actualmente impera en las sociedades musulmanas, con la balanza favorable, evidentemente, hacia los intereses del sexo masculino. Me pregunto qué pensarían individuos como Averroes o Avicena si compartieran con nosotros estos comienzos del siglo XXI.

1 comentario:

  1. Nuevo intento de firmarte.
    A ver...
    Pues sí, no hubo banquete, porque al banquete sólo asisten los hombres. Para las mujeres hay té.
    No hubo ceremonia, porque a la ceremonia sólo acuden los hombres (ni siquiera la madre de la novia puede acompañarla, sólo el padre).
    Pero fue genial ver los trajes típicos -carísimos, hechos a mano, y totalmente distintos unos de otros-, los sensualísimos bailes y a nuestras alumnas, con el pelo al viento, sin pañuelo (hiyab) y maquilladas, parecían verdaderas princesas de cuento.
    Lo que más me llamó la atención, la hospitalidad y amabilidad de las invitadas, que sin conocernos de nada -exceptuando a las madres de nuestros alumnos- nos trataban como a iguales (imaginaos, mi compi y yo de corto, con escote y una flor en el pelo). Nada que ver con las estúpidas bodas españolas, en las que las invitadas se dedican a criticar el modelito de las demás, el peinado, el traje de la novia...¡somos lo peor!
    Otra curiosidad, los regalos: no se regala un sobre con dinero (¡menos mal!) sino ajuar, lo cuál nos vino de perlas.
    ¿Conclusión? Una cultura totalmente distinta con la que llevo dos años conviviendo, pero que nunca dejará de sorprenderme. Al menos ahora ya no me parece mal que las chicas lleven pañuelo, que los chicos no quieran hacer botellón o que llegar vírgenes al matrimonio sea su costumbre. Son distintos, nada más.
    Ahhhh, ya sé qué significan esos gritos de las mujeres marroquíes, eso que hacen con la lengua y que es imposible de imitar/transcribir: son breves fragmentos del Corán con los que dan gracias a Alá por su felicidad, como nuestros brindis.

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