BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 20 de enero de 2010

La crítica texual: el aspecto tedioso de la filología




Reconozco que hay una parte de la Filología que no me interesa en absoluto: la crítica textual, entendida ésta como la disciplina encargada de reconstruir, lo más fidedignamente, las obras literarias que se han dispersado en varios manuscritos que contienen versiones diferentes. Reconozco, como filólogo, la importancia de poder recuperar un texto tal y como lo concibió y plasmó su autor. Pero esa tarea no la quiero para mí de ninguna de las maneras. Que otros investiguen el asunto y saquen sus conclusiones. Yo me las leeré y estudiaré con sumo gusto. Pero tampoco me interesan las especulaciones. Soy muy positivista en este sentido: sólo me interesa lo que se puede demostrar como irrefutable, exceptuando casos muy concretos.

Ejemplos de lo que no me interesa como filólogo se encuentran en La Celestina, el Libro de Alexandre o el Lazarillo. En lo referente al primer caso, la cuestión de las ediciones todavía me puede parecer relevante debido a cómo afecta el asunto a las modificaciones del contenido de la obra (la evolución del título: de la inicial Comedia de Calisto y Melibea a La Celestina, pasando por el estado intermedio, denominado Tragicomedia de Calisto y Melibea).

En el segundo caso, me satisface saber que pudo ser un tal Juan Lorenzo de Astorga el autor de Clerecía correspondiente, incluso puede resultar apasionante conocer la vida de este señor y las circunstancias que lo condujeron a escribir la vida de Alejandro Magno. Pero no me interesan los pormenores textuales de las polémicas que enfrentan a este nombre con el de Gonzalo de Berceo en cuanto a la autoría del Libro de Alexandre.

Con el Lazarillo, más de lo mismo, aunque recientemente haya salido a la luz una posible atribución de su autoría a Alfonso de Valdés por parte de Rosa Navarro Durán, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Por poner algún ejemplo mucho más reciente, estoy últimamente enfrascado en la lectura de Gigante y extraño: las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, de Luis García Montero. Se trata de un intento de justificar una nueva edición de los versos del poeta sevillano, quien, como sabemos, en un principio había ordenado su obra lírica bajo el título de El libro de los gorriones, pero el manuscrito se perdió y el poeta tuvo que reconstruir los textos de memoria. El orden de las Rimas es la sustancia que nutre la polémica en la que se basa, en gran medida, García Montero como razón de la existencia de su obra. Y es, precisamente, esa polémica la que se ha convertido en el objeto de mi desinterés. El contenido de esta obra es completado por multitud de reflexiones del autor basadas en el cotejo de los resultados de otros comentaristas de la poesía de Bécquer (Rafael Montesinos, Russell P. Sebold, etc.) y en la intuición del propio García Montero como crítico y, sobre todo, como poeta que dialoga con su ilustre colega de vocación a través de la lectura atenta y reflexiva de sus Rimas. Unas reflexiones, en mi opinión, algo caóticas, pero fecundas. Esperaba yo, como lector, un material más organizado y sistematizado y, sobre todo, un retrato biográfico del poeta que iluminara la exposición crítica del granadino Luis García Montero.

Quizá esta actitud mía de desinterés se deba a que dentro de unos meses me tendré que examinar sobre todas estas cuestiones de autorías, ediciones y anonimatos, y, si quiero triunfar elegiendo La Celestina como tema de Oposición, no me bastará conocer el argumento, los personajes y las influencias, sino que, además, tendré que estar al tanto de todos los avatares editoriales y de todas las hipótesis sobre las posibles autorías (individual, doble o hasta triple, y todo ello, sin salirnos del terreno de las hipótesis... ¿Es que nos hemos vuelto locos?).




4 comentarios:

  1. Perdón por la chapuza que me ha salido con las imágenes.

    ResponderEliminar
  2. A mí tampoco me interesa demasiado este aspecto de la filología. Pero sólo pensar en la posibilidad de trabajar con manuscritos o con ediciones cercanas a la princeps o la propia princeps hace que me renazca el interés. Si me pagaran por hacer eso lo haría encantado, pero como no van a pagarme ni me puedo dedicar a eso lo veo como un mundo ajeno.

    ResponderEliminar
  3. Detesto la crítica textual... Cuando pienso que forma parte de la actividad de un buen filólogo me pregunto para qué diablos estudié yo...

    O será que me la dio Mercedes Cobos y no me quedó claro aquello del árbol.

    ResponderEliminar
  4. Ya sabes lo que opino respecto a ti y La Celestina: si te limitas a estudiar el simple argumento de la obra, tu examen será tan pobre como el de algunos interinos (y te lo digo por mis compañeros, que no llegan a los 20 temas estudiados). Memoriza algún dato interesante en cada tema, que haga único a tu examen; en el caso de La Celestina estudia las distintas ediciones y cambios de título; lo sé, es un lío (que si Sevilla, Burgos, Toledo...que si Crito aparece o no...)pero es ORIGINAL, eso te da plaza.

    Respecto a la crítica textual, opino como Santino, si me pagasen...ya hice una edición del auto sacramental La Universal Redención de Calderón a cambio de un 8, pero no vi un duro y sé que álgún día me lo encontraré en el Giraldillo editado con otro nombre...la vida es así...

    ResponderEliminar