Reencuentro con la poesía

Así ha sucedido. Un gozosísimo reencuentro a través de San Juan de la Cruz y mi amigo Diego Vaya, quien hace unos días tuvo el detalle de regalarme un ejemplar de su libro Única herencia, que resultó premiado en el Certamen de Poesía de la Universidad de Sevilla del año 2007.

A San Juan lo he leído al natural. Quiero decir al desnudo, sin anotaciones eruditas de ninguna clase, en una discreta edición de Alfar que encontré hace dos semanas en la Feria del Libro de Sevilla. Se trata de una actitud nueva que ha surgido en mí: saturado de tanta filología pura, de vez en cuando intento leer algunas obras clásicas sin aparato erudito, sino simplemente por el placer de leer la obra tal y como su autor la escribió. Esto es algo que también quiero hacer con Fray Luis de León si encuentro una edición de sus Poesías que, como la de San Juan, esté libre de comentarios filológicos.

De modo, que he podido disfrutar, sin intermediarios de ningún tipo, del Cántico Espiritual, Llama de amor viva, Tras un amoroso lance y toda la obra poética del carmelita.

En cuanto a mi amigo Diego, también he disfrutado de sus deslumbrantes versos. Es un poeta cuya calidad literaria está a la altura de su calidad humana, de su modestia y de su manera de entender la amistad. Un poeta que, aunque, como él mismo dice, ya no escribe poesía, lo que ya ha escrito ha sido tan valioso como para ganarse un hueco en el parnaso, por mucho que su carácter humilde reniegue de estos honores y reconocimientos.

Pero lo más importante de todo es que he vuelto a leer poesía, y me siento realizado.