BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 4 de julio de 2012

El desorden cotidiano (18)

Casandra tenía unas ideas geniales para ponerse a escribir, pero a ella no le gustaba. No quería ser escritora. Eso se lo dejaba a Augusto, que era el poeta de la pareja. Pero él pensaba que Casandra tenía mucho más talento literario que él, porque ella tenía unas ideas geniales, rebosantes de creatividad e imaginación y que, además, gustaban a la gente. Augusto, sin embargo, era muy suyo para estas cosas, y escribía sobre sus asuntos y sobre sus gustos, sin pensar en sus posibles lectores. La cuestión radica en que Augusto tenía muy buenas ideas, pero le faltaba, para desarrollarlas, la imaginación que Casandra derrochaba a raudales por los cuatro costados de esa fascinante y maravillosa mente de la cual la vida le había dotado.

Ella tenía una visión más comercial de la literatura, pero lo comercial, en su caso, no iba en menoscabo de su talento, que, por otra parte, nunca se desarrollaría. Y era, ciertamente, una verdadera lástima, señores, porque Augusto se quedaba asombrado y boquiabierto cada vez que Casandra le planteaba una idea para mejorar la idea inicial de Augusto. A él le gustaban mucho, es más, le fascinaban las aportaciones de ella, pero, o bien se veía a sí mismo incapaz de poner en pie los planteamientos de su novia, por resultar demasiado brillantes para su menguada capacidad, en opinión del propio Augusto, o, sencillamente, estos no le interesaban porque no eran de su estilo. Él no pretendía entretener, o, al menos, no quería hacerlo al modo best-seller. Sus pretensiones eran de otra índole: quería aportar su granito de arena a la tradición literaria occidental. Sí, señores, aquello era pedante y pretencioso, pero Augusto era así. Nadie es perfecto, y mucho menos lo era nuestro querido personaje.

Augusto concebía proyectos literarios demasiado densos e intelectuales para Casandra, que tenía una visión más en consonancia con los planteamientos narrativos de Pérez Reverte o Dan Brown. Augusto era más partidario de la novela lírica o filosófica al estilo de autores como Hermann Hesse, Joseph Conrad, William Holding o Alessandro Baricco. Pero Casandra insistía en su postura: "ese tipo de literatura no le interesa a nadie, salvo a treinta frikies como tú, cariño", le decía con sorna.

En definitiva,Augusto pensaba que Casandra habría sido una excelente guionista de Hollywood, mientras que él se aferraba a sus principios de poeta filósofo que trataba de escribir el tipo de obras que a él le apasionaba leer, por más que aquella actitud suya pudiera transmitir a los demás, empezando por Casandra, una imagen de pedantería o elitismo intelectual.

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