BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











jueves, 19 de julio de 2012

El desorden cotidiano (21)

Augusto tenía un sueño recurrente: consistía en que siempre le quedaba una asignatura, o dos, para terminar la carrera. Y lo agobiante era que no sabía cómo aprobarla o recuperarla. A veces pasaba que la asignatura en cuestión se había extinguido por pertenecer al plan de estudios antiguo. En otras ocasiones, el problema consistía en que se trataba de una asignatura varias veces suspendida y de la que Augusto tenía que volver a matricularse, pero no sabía cómo.

Lo más curioso de todo es que el mismo Augusto estaba, dentro de aquel inquietante sueño, en posesión de su diploma de licenciatura, pero el hecho de haber estudiado en dos universidades llevaba a su mente, en aquel estado onírico del subconsciente, a mezclar cursos y asignaturas de las dos universidades en las que había estudiado (Sevilla y Madrid), con lo cual, por así decirlo, resultaba que Augusto se había licenciado por la Universidad Autónoma de Madrid, pero, una vez de regreso a Sevilla, para trabajar en Andalucía, tenía también que terminar los estudios que había abandonado allí, en la capital andaluza. Así pues, la desesperación era total, y no terminaba hasta que nuestro personaje, por fin, despertaba de aquella semipesadilla y respiraba tranquilo al comprobar que, efectivamente, tenía su licenciatura y su trabajo de profesor.

Puede que la causa de que Augusto soñara estas cosas radicara en el hecho de que, a lo largo de su excesivamente dilatado periodo de estudios (1999- 2006), con un cambio de carrera incluido, el futuro filólogo hubiera dejado abandonadas por el camino unas cuantas asignaturas (de todo tipo, por cierto: troncales, obligatorias, optativas, de libre configuración...), cosa de la que éste no se sentía muy orgulloso precisamente. Puede que hubiera sido este cúmulo de abandonos, que figuraban en su expediente académico, lo que se manifestaba en su subconsciente a modo de cuentas pendientes que saldar consigo mismo y que, puesto que jamás serían resueltas, se plasmaban como desahogo en los sueños de Augusto, quien, en este sentido, consideraba que, de algún modo, la vida le estaba castigando o dándole un poco la lata por haber cometido esta clase de inconstancias, claudicaciones o rendiciones sin haberse esforzado lo suficiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario