BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











viernes, 7 de septiembre de 2012

El desorden cotidiano (26)

Augusto había sido una persona muy nerviosa.  Ahora ya lo era menos, o no lo era en absoluto, y, si todavía lo era, no solía manifestarlo exteriormente. Más bien, al contrario: como muchas veces le decía Casandra, " a veces parece que todo te importa una mierda." Nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre es que, con el tiempo, las experiencias, el alcance de la madurez y todas las terapias psicológicas a las que Augusto se había sometido, estaba empezando a aprender a darle a cada cosa la importancia que tiene. Y esto, a veces, desesperaba a Casandra, que era muy impulsiva.

El caso es que Augusto había sido una persona muy nerviosa,  y este carácter suyo le había hecho desarrollar un conjunto de tics ya desde su infancia. Recordaba nuestro personaje el día de su primera comunión. Durante aquella época, principios de los años noventa, Augusto sufría una serie de recurrentes manías, como la de morderse el labio inferior y, sobre todo, mover hacia atrás los hombros. Éste era el tic que con más exageración manifestaba el pequeño Augusto, quien se pasó toda la ceremonia religiosa de su primera comunión moviendo los hombros hacia atrás y mordiéndose el labio inferior. De hecho, así es como salió en la foto que les hicieron a todos los niños que aquel día se estrenaban en la católica experiencia de recibir el cuerpo de Cristo.

Años después, ya en la adolescencia, Augusto había desarrollado otro tic: en este caso, se trataba de mover el dedo índice de su mano derecha a toda velocidad y acercárselo a unos diez centímetros de su rostro mientras lo movía. Este gesto le relajaba y, muchas veces, le inspiraba para escribir, especialmente si le pillaba leyendo. De hecho, cada vez que Augusto se inspiraba mientras leía, lo primero que hacía, después de coger el cuaderno y el bolígrafo, era mover su dedo índice derecho para relajarse, recapitular, hacer acopio mental de las ideas que le sobrevenían y, finalmente, ponerse a escribir. A veces sustituía su dedo por un bolígrafo, que sostenía con la mano izquierda, y que también movía de arriba a abajo a toda velocidad y a pocos centímetros de su cara. Cuando hacía esto, ya fuera con un bolígrafo en su mano izquierda o con el dedo índice de su mano derecha, su intención era que el movimiento abarcara todo el espectro de su visión. Para Augusto, esto era una especie de ritual que incluía todo tipo de matices irracionales, especialmente de superstición e inspiración. Ese movimiento simbolizaba la satisfacción que sentía Augusto ante un hallazgo intelectual o estético, que, a continuación, plasmaba sobre el papel que tenía junto a sus libros.

En este sentido, un día Augusto descubrió su primer fetiche de escritor: el bolígrafo que llevaba utilizando para llevar a cabo su rito particular desde hacía ya algún tiempo. Era un bolígrafo que se había quedado sin tinta, pero que Augusto había convertido en su amuleto literario. El objeto en cuestión era amarillo negro y blanco. Esta disposición cromática hacía que, cada vez que Augusto lo movía como se ha descrito, formara en el aire un dibujo en forma de abanico negro con el filo blanco, que a Augusto le gustaba mucho y que, por otra parte, contribuía a satisfacer y a acentuar, de forma especial, los elementos irracionales de superstición e inspiración que daban sentido a esa extravagancia de Augusto.

Como hemos dicho al principio, con el tiempo Augusto acabó convirtiéndose en una persona tranquila, meditativa, reflexiva y sedentaria. Lo único que le quedó de su anterior carácter nervioso y físicamente inquieto fueron sus tics, que, seguramente, no solo nunca abandonaría, sino que, además, seguramente iría desarrollando otros con el tiempo, puesto que para Augusto eran formas de relajación, de concentración y de desahogo físico y mental.

1 comentario:

  1. CAS:


    Rara entrada, como raro es verte experimentar esas manías. Me desespera la de que te soples los dedos y muy especialmente la de rodear ese pobre coche (el que sea) antes de entrar en tu casa...ahhhhhggggg

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