BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











lunes, 11 de abril de 2011

Propaganda electoral (contra tirios y troyanos)

Se acerca la fecha de las elecciones municipales y, con ella, aumenta sin remedio la desvergüenza de un considerable y representativo espectro de nuestra clase política, y que abarca todo el arco parlamentario, lo cual quiere decir que no se libra absolutamente ninguno de los grupos que nos representan en el Congreso de los Diputados.

Empezando por el PP valenciano, en cuyas listas electorales van a participar todos los miembros implicados en la trama Gürtel. ¿Qué supone esta situación? Ni una sola dimisión, ni un gesto de autocrítica ni de disculpa. Todo lo contrario: ensoberbecimiento a más no poder, especialmente en el caso de Francisco Camps, el protagonista de todo este embrollo. Y, frente a esto, tenemos a un Mariano Rajoy cómplice y autocomplaciente, que no ha llevado a cabo ni una sola medida para tratar de lavar la imagen de su partido en la Comunidad Valenciana, sino todo lo contrario, una vez más: su posicionamiento incondicional a favor de Camps configura una estampa tan patética e indigna como la de Felipe González y compañía dando abrazos a Rafael Vera y a José Barrionuevo a la entrada de la cárcel en que estos estaban recluidos como responsables de los GAL.

Sin embargo, la cosa no acaba ahí, sino que sigue una senda que lleva hasta la izquierda de la élite gubernamental española, y me estoy refiriendo a Rodrigo Torrijos, candidato de Izquierda Unida a la alcaldía de Sevilla y Primer Teniente de Alcalde de la capital andaluza. En este caso, es el escándalo de Mercasevilla lo que ha causado los correspondientes estragos en la imagen pública de este señor, así como la puesta en cuestión de la legitimidad moral de su candidatura.

Ante este panorama tan bochornoso, no debe extrañarnos el desprestigio de la clase política a ojos de la opinión pública y de los ciudadanos de a pie. Es un desprestigio que sus protagonistas se han ganado a pulso, a base de falta de ética y de escrúpulos. La indignación popular a este respecto es, sin embargo, un hecho tan extendido como pasivo en la forma de manifestarse. Y es que lo que primero se muestra como indignación acaba convirtiéndose en indiferencia y pasotismo, lo cual conduce a adoptar posturas de naturaleza apolítica, que es el peor defecto en que un ciudadano puede caer cuando se vive en democracia. Pero es que la culpa de esto no es del ciudadano, sino del político que le representa, porque, cuando el político en cuestión antepone sus intereses personales a los intereses de aquellos que le han votado para que gobierne, entonces el político se convierte en un delincuente. Y España está llena de esta clase de delincuentes, pero nosotros no hacemos nada. ¿O son los jueces los que no hacen nada?

En cualquier caso, lo que está claro es que ninguna ideología política está a salvo de que quienes se supone que se dedican a llevarla a la práctica, lo que hagan sea traicionar esos principios y sumir sus credenciales programáticas en el desprestigio de la incompetencia o de la traición velada y consciente. A la vista está lo que afirmo: a la vista, al oído, al gusto, al tacto y, sobre todo, al olfato, porque todo esto apesta.

1 comentario:

  1. Sería interesante, hacer referencia también a la corrupción socialista en Andalucía con los ERES y demás. ¡Muy buen artículo! podrías haber completado un poco más con el PSOE y hubiese quedado de lujo! Felicidades

    ResponderEliminar