BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











jueves, 5 de abril de 2012

El desorden cotidiano (12)

Un día en que Augusto se encontraba en Madrid, en la época en que se había trasladado allí para terminar sus estudios universitarios (2004-2006), estaba en una parada esperando al autobús. Era una mañana soleada y él miraba al cielo con buen humor y pensando en sus cosas. Entonces reparó en que había llegado más gente a la parada. Al final, se hallaban esperando el autobús unas ocho o nueve personas contando con él mismo. Augusto se puso a observar a los que estaban con él en la parada, y reparó en el curioso detalle de que él era el único español que había entre aquel grupo de gente. Y lo más curioso del caso fue que, en esos momentos, la parada de autobús representaba una pequeña Babel, porque todas las personas que acompañaban a Augusto eran de países distintos. Pero lo más importante, lo más significativo del asunto está en el hecho de que esas personas extranjeras no estaban ahí para hacer turismo, sino para ganarse la vida. Eran personas que, seguramente, arrastraban historias dramáticas, difíciles y, seguramente, trágicas, algunas de ellas. Porque los países de los que procedían, o cuya nacionalidad Augusto creyó identificar, no eran Alemania, Francia, Italia o Inglaterra, todos ellos países ricos y desarrollados, con gobiernos democráticos que respetan los derechos humanos más elementales. No, señores: éste no era el caso. Por desgracia, los individuos que estaban esperando el autobús con Augusto eran rumanos, rusos, ucranianos, croatas... gente de Europa del este, en definitiva. Y la Europa del este, ya lo sabemos, es considerada como la Europa de tercera, por detrás de países como Portugal, Grecia, Italia y España, y, por supuesto, se encuentra situada a enorme distancia, en términos de desarrollo socioeconómico, de los grandes motores del viejo continente, o sea, Francia y Alemania, seguidos por los países terminológicamente incluidos en el famoso acrónimo del Benelux (o sea: Bélgica, Holanda y Luxemburgo). Éste es el panorama que a los neoliberales de la globalización capitalista les gusta describir con arrogante y codiciosa autocomplacencia desde sus despachos del poder político y empresarial.

Aquella situación en la que se encontraba, esperando el autobús junto con ese grupo de extranjeros que habían venido a nuestro país para ganarse la vida como buenamente pudieran, condujo a Augusto a reflexionar sobre la importancia que el fenómeno de la inmigración estaba teniendo en España en aquellos momentos, durante aquellos años en que la prosperidad de nuestro país estaba haciéndose cada vez más dependiente de la mano de obra extranjera "productiva", y, en este caso, decir productiva es lo mismo que decir "explotada", ya que toda esa gente, por venir de países pobres y hallarse en situaciones desesperadas, tenía que aceptar cualquier trabajo, fueran las que fuesen las condiciones laborales que ofreciera el empresario de turno.

Y el modelo productivo español, al menos de momento (concretamente, a día 5 de abril del año 2012, cuando estas líneas están siendo escritas), es lo que es y no da más de sí de lo que puede dar (turismo, construcción, agricultura y algo de industria en el norte catalán y vasco). Si no eres funcionario, te explotan. Y si esto es así con los ciudadanos españoles, pensaba Augusto, a qué condiciones no tendrán que verse obligadamente sometidos los extranjeros procedentes de países pobres. Porque, para los alemanes, franceses o ingleses, por ejemplo, la cosa era totalmente diferente. Para ellos, España no es destino laboral, sino turístico. Ellos envían a sus hijos aquí a estudiar y aprender nuestro idioma, y, si acaso, les animan a buscar algún trabajo eventual para contribuir a los gastos, pero poco o nada más.

Esa era la diferencia, y lo sigue siendo desgraciadamente, entre los primeros y más ricos (franceses y alemanes), los segundos y medianos (nosotros, los españoles, en este caso) y los terceros y más pobres (los europeos del este y, en una dimensión más amplia, los países del Tercer Mundo: la mayoría de los sudamericanos, los africanos y los asiáticos, incluidos China y Japón, cuyas avanzadísimas economías contrastan, hasta niveles delictivos ante los cuales los líderes mundiales de occidente se tapan los ojos, con el deficiente, por no decir nulo, reparto de las enormes cantidades de riqueza que dichos países generan, a lo cual contribuye el hecho de que, en ellos, la política de aplicación de los derechos humanos fundamentales sea inexistente).

1 comentario:

  1. CAS:

    ¿Bajará la inmigración ahora que estamos en crisis?
    ¿Dejará España de parecer la tierra prometida?
    ¿Eso sería bueno o malo?

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