BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











martes, 1 de diciembre de 2009

Destino final

La serie de películas tituladas "Destino final" me hace reflexionar sobre la fragilidad del ser humano como especie biológica. Los personajes de de estas historias mueren con una facilidad pasmosa y, de las formas más rebuscadas que nos podamos imaginar. Las frágiles vidas se deshacen como la mantequilla al lado de una estufa. Mueren atropellados por un camión, aplastados por una viga de cemento, ahogados en una piscina, rebanados por un cortacésped, aplastados por el motor de un coche...

La muerte hace que las cosas se vuelvan contra sus creadores, que son las personas. El hombre se esfuerza por inventar objetos que le hagan la vida más cómoda, pero, en un momento dado, un accidente puede hacer que esos mismos objetos sean mortales, como ocurre en "Destino final". Es curioso cómo los seres más indefensos del universo son capaces de concebir y desarrollar unas máquinas que les pueden llegar a quitar la vida, porque las máquinas son fuertes, resistentes y pesadas, pero el hombre es débil, blando y ligero.

Hasta el artilugio más insignificante puede ser motivo de temor, porque basta que se den unas determinadas circunstancias, en las que ese artilugio desempeñe la función fatídica, para que uno acabe siendo pasto de los gusanos: un lápiz, una hoja de papel, una prenda de vestir, unas gafas... Cualquier elemento de la vida diaria puede acabar convirtiéndose en nuestro verdugo. Bien es cierto que, en la película de la que estamos hablando, este asunto es tratado con evidente exageración. Pero no deja eso de ser un aviso de que, en cualquier momento y en cualquier lugar, puede llegar nuestra hora.

Somos los animales más débiles, pero, también, los más inteligentes. El problema surge cuando la inteligencia se vuelve en contra de nosotros para aniquilarnos. Toda esta cuestión está relacionada con la "inteligencia artificial", de la cual tenemos testimonios, también cinematográficos, en producciones como Terminator o Matrix. La diferencia radica en que, en estos últimos casos, no se trata de la predestinación, sino de la pérdida de control, por parte del hombre, sobre sus propias creaciones. Para enmendarse, lo que aquél tendría que hacer es controlarse más y no ser tan ambicioso ni jugar a ser un dios. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, todo, absolutamente todo escapa de nuestro control, porque el destino, si es que existe, no lo elegimos nosotros, sino que se nos impone.

3 comentarios:

  1. Memento mori...
    Una constatación de que un blog se alimenta de otros. No sé quién lo habrá escrito antes, pero esta entrada recuerda mucho a la última de Santino.

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  2. Así que a tu "público" le recuerdas a Santino...será porque vimos juntos la última peli de la saga, porque estuvimos hablando del tema depués de verla, porque compartís ideas e ideales...pero tanto como alimentarse uno del otro...suena a rapiñeo, ¿no?
    ¿Dónde quedó la cortesía? ¿Cómo era eso que decían las abuelas? "Si vas a opinar algo desagradable, mejor te lo callas"


    Yo estoy algo de acuerdo contigo, Rafa...es destino es como un niño caprichoso...puedes tratar de controlarlo, pero siendo consciente de que en cualquier momento puede escaparse de tus manos y liarla...

    Ya sabes lo que opino, por ejemplo, respecto a "mi destino": "El destino me trajo aquí; si quiere que permanezca, sólo de él depende"

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