BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











lunes, 2 de noviembre de 2009

De vuelta

Aquí estoy de nuevo disponiéndome a escribir unas líneas sólo por el placer de escribir, aunque no se me ocurra nada de qué hablar, si bien, no me faltan temas (lecturas, oposiciones, el fin de semana que acabo de pasar en Chipiona con Laura, Rosita y Ale...). El caso es ejercitarme en la tarea de la escritura al menos durante media hora diaria, tanto de cara al examen de oposición como por razones vocacionales.

Quiero empezar una novela sobre el escultor August Rodin, y, más específicamente hablando, en relación con su obra más conocida: El Pensador. Mi intención es introducirme en la mente de un artista plástico que crea, de la nada, una figura en la que se refleja una forma de ver el mundo. Me interesa mucho recrear, en términos de ficción, claro está, cómo una idea es concebida en la mente y traspasada al cincel para que éste imprima belleza sobre materia inerte y amorfa. Y quiero recrear todo esto de forma lírica y filosófica, porque creo que el asunto da mucho juego a mis intenciones. Sería como escribir un poema en prosa sobre la obra de Rodin. Creo que la idea es hermosa. Ahora falta ponerse a desarrollarla. Seguramente empezaré con unos apuntes que contendrán el esquema básico de la novela. Para empezar, ya tengo pensada la forma narrativa: un diario. Se tratará de las anotaciones que el escultor francés tome antes, durante y después de finalizada su estatua.

Es curioso: al final no he acabado hablando ni de libros, ni de oposiciones ni del fin de semana en Chipiona, sino de un proyecto literario. Y, ¿por qué ha sucedido esto? Pues ha sucedido porque, al término del primer párrafo de la presente entrada, se me ha venido a la cabeza ese pensamiento (la ¿futura?novela) y he abandonado los pensamientos anteriores, aquellos de los cuales supuestamente iba a escribir a continuación. Pero no ha ocurrido así, sino de la otra forma. Y es que la mente tiene estas cosas y funciona así. Como en una conversación, se empieza hablando de un asunto y se acaba hablando de mil cosas que no tienen nada que ver con el motivo que hizo encender la mecha de la comunicación. Y a mí, ahora, me ha pasado lo mismo. Ha sido como dejarme llevar sin más por el mero hecho de escribir por escribir, simple y llanamente para llenar líneas, renglones y párrafos, en una suerte de divagación metalingüística en forma de flujo de conciencia, a la manera de los grandes novelistas occidentales de principios del siglo veinte (Joyce, Faulkner, etc.), pero, en mi caso, con signos de puntuación y cierta coherencia en la redacción, de manera que, si alguien se toma la molestia de leer este texto, podrá extraer de su contenido una unidad temática y un resumen.

El caso es que quería escribir y estoy escribiendo, y llevo ya unos cuantos párrafos bastante abundantes, aunque, desde que escribí la primera letra hasta este punto, no haya dicho absolutamente nada importante y todo sean obviedades para hacer de relleno, algo así como los ripios de un poema mediocre.

El caso, mi querido lector, es escribir. Y lo estoy consiguiendo. Y me gusta, me gusta mucho. El ejercicio de las palabras es algo maravilloso.

Lo he conseguido.

2 comentarios:

  1. Eres un loquito de la palabra dispersa, pero con buenos modales ortográficos.

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  2. La cuestión es escribir.
    Para que veas que sí tengo un blog.

    Rosa.

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