BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 25 de noviembre de 2009

Babosos y aduladores en la República de las Letras

Esta tarde me he estado repasando algunos temas de literatura (Generación del 27, Novela Realista, novela anterior a la Guerra Civil, poesía de posguerra, Poesía hispanoamericana contemporánea y Renovación de la lírica española desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX). En relación con el último de los temas mencionados, he de decir que a algunos autores incluidos en él se les ha concedido demasiada importancia, y me estoy refiriendo a Miguel de Unamuno. Este autor destaca de manera brillante en la novela y el ensayo (Amor y pedagogía, Niebla, La agonía del cristianismo, etc.). Sin embargo, como poeta es demasiado mediocre, al menos para mi gusto. Ni siquiera El Cristo de Velázquez, su obra más audaz dentro del género lírico, resiste un análisis riguroso. Formalmente, sus endecasílabos recuerdan a los primeros balbuceos petrarquistas del marqués de Santillana en sus Sonetos fechos al itálico modo. Y, desde el punto de vista del contenido, se repite demasiado, y es que dos mil quientos son demasiados versos para describir algo tan austero y sencillo como es el famoso cuadro de Velázquez.

Me da mucha rabia que a un autor se le dé mucha coba con todo lo que ha escrito sólo porque sea muy conocido. Hay escritores, artistas en general, que han pasado a la posteridad con una sola obra (Juan Rulfo y su Pedro Páramo, por ejemplo). El mismísimo Cervantes reconocía que no era buen poeta. Entonces, ¿por qué la Crítica insiste tanto en sostener la figura del Unamuno poeta como si fuera brillante? ¿Sólo porque es Unamuno, y no Pepito Pérez? Es como aquello de que a Juan Ramón Jiménez le dejaran escribir con j todos los sonidos velares fricativos sordos ("antolojía" en lugar de "antología", por ejemplo), sólo porque era Juan Ramón.

A veces, los críticos e historiadores de la literatura son unos babosos y unos aduladores. Si Rafael Alberti llegó a orinar sobre los muros de la Real Academia Española, ¿qué importa? No era un cualquiera: era Alberti... Sus razones tendría.

1 comentario:

  1. A Unamuno lo he leído poco, y lo poco que he leído no me ha llegado a convencer del todo. Creo que como personaje y como intelectual es fundamental en la historia cultural del siglo XX, pero la manera en la que se expresa se me ha quedado muy desfasada. Pongo por ejemplo "El sepulcro de don Quijote", cuya idea es buena pero que resulta algo pesado. Qué decir de Niebla, que me decepcionó mucho. El Cristo de Velázquez no lo he leído, pero me fío de tu laborde crítico y estoy seguro de que es infumable. Me huele a mí que una prosa tan densa y a ratos tan apasionada tiene que ser demasiado cargante en verso.

    Con Juan Ramón Jiménez he conectado muchísimo menos, seguramente por mi culpa, siempre lo digo. Pero lo de la "j" no creo que sea un simple caprichito que se le haya concedido por ser quien es. Dicho sea de paso, a Juan Rulfo lo soporto todavía menos.

    Me parece genial desacralizar a los grandes santones de la literatura. Creo que una personalidad literaria sólida se construye sobre filias y sobre fobias. Me remito a la novelita Manual de literatura para caníbales de Rafael Reig, que en este sentido es un libro de referencia. En él aparece la disputa Unamuno-Ortega. Este último sale todavía más escaldado; pero mucha ridiculez, en el fondo. Reig lo hizo, hizo de ello una novela, y creo que hoy es una referencia en la literatura.

    Yo por mi parte tengo mis fobias. Pienso que los críticos han sido babosos y aduladores con Cela.

    Un saludo, poeta.

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