BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











lunes, 12 de septiembre de 2011

La utilización partidista del Impuesto sobre el Patrimonio

Qué manera de marear la perdiz con la cuestión del Impuesto sobre el Patrimonio, precisamente por parte de los mismos que lo suprimieron con el único objetivo de ganar unas elecciones, aunque esta medida sea tan radicalmente contraria a la ideología política de estos gobernantes. Qué manera de seguir tomándonos el pelo a todos los españoles, especialmente a los que peor lo están pasando en estos momentos de recesión económica. Y es que, desde el año 2008, en que se suprimió dicho impuesto, el Estado no sólo ha dejado de recaudar fondos derivados de los grandes patrimonios, sino que, además, ha estado perdiendo dinero, ya que la supresión de este impuesto acarreaba una compensación económica a las Comunidades Autónomas que fuera proporcional a la cantidad de recursos que aquéllas habrían obtenido mediante este sistema recaudatorio. Y ahora viene Rubalcaba desempolvando esta medida como su gran baza electoral, precisamente esa, la de recuperar el Impuesto sobre el Patrimonio.

La pregunta que viene a la mente es la siguiente: ¿se pueden hacer peor las cosas? ¿Puede un partido político que gobierna, en este caso el PSOE, perder su integridad de manera más incompetente y oportunista? Como dijo Felipe González, con las cosas del comer no se juega. Y es que el gran pecado de los socialistas durante estos ocho años ha sido su oportunismo, que deriva del deseo de mantenerse en el poder a toda costa, incluso al precio de tirar los propios ideales al cubo de la basura. Porque eso, y no otra cosa, es el hecho de mimar a los grandes propietarios, con la excusa sucia y barata de que crean riqueza y puestos de trabajo, y sacar la sangre a los que menos tienen. Si en eso consiste el socialismo, entonces José María Aznar es un marxista confeso.

José Luis Rodríguez Zapatero tenía que haber hecho algo más que convocar elecciones para el 20 de noviembre. Debió haber acompañado esta medida con otra tan importante o más aún: su dimisión. Porque, cuando las circunstancias vienen tan adversas que, no sólo no te permiten llevar a la práctica tu programa electoral, sino que, encima, te obligan a hacer todo lo contrario, lo más honesto es dimitir y no manchar tus principios, porque, actuando al revés, lo que haces es demostrar que careces de ellos.

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