BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











martes, 9 de julio de 2013

El desorden cotidiano (51)

Para Augusto, la Navidad era una época llena de motivos para indignarse (hipocresía, hiperconsumismo, gregarismo...). El primero de ellos llegaba el día de Nochebuena.  Y es que eran ya demasiados años teniendo que soportar, cada 24 de diciembre, este gesto de monárquico paternalismo en forma de discurso navideño por parte del rey, ese jede de Estado al que eran cada vez menos ciudadanos españoles los que le habían votado en un referendum cuya fecha de celebración ya se perdía en la noce de los tiempos, como el Big Bang o el meteorito que acabó con la existencia de los dinosaurios en nuestro planeta.

El caso es que no había nada que Augusto deseara con más ahínco que el hecho de que los que gobiernan se enteraran de una puñetera vez de que los españoles ya son mayorcitos, después de más de treinta años de democracia, y no necesitan, por tanto, que el papá Borbón venga a descubrirles el mundo.

Augusto tenía la firme opinión de que los españoles, y los ciudadanos en general, no somos ninguna panda de borregos a los que tenga que venir este señor todos los años inundando todas las pantallas de televisión para decirnos lo que ya sabemos, y mediante unas parrafadas que, además de estar llenas de obviedades y abstracciones empalagosas, ni siquiera las escribe él, sino que se las escriben otros. Culaquiera podría sentarse en el mismo sillón y leer la pantalla, y,seguramente, con una dicción más adecuada.

A Augusto se le había ocurrido una idea respecto a esta cuestión. Más que nada, para hacer, de esta rancia y aburrida tradición, una costumbre más amena y cercana al pueblo. Se trataba de que, cada año, se eligiese,, al azar a un ciudadano cualquiera, y saliera leyendo un discurso escrito, por esa misma persona, en la televisión. Ese sería un gesto genuinamente democrático. El discurso, además, dejaría de ser una cosa vacía para convertirse en un auténtico portavoz del sentir de los españoles. Esta sería una interesante manera para que se empezara a hacer cumplir eso que reza la Constitución de que "todos los españoles son iguales ante la ley". Sería, efectivamente, un buen comienzo para que el Artículo 14 de nuestro Texto Fundamental, como lo llaman los juristas, dejara de ser Papel Mojado, como lo llama el ciudadano de a pie.

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