BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 24 de julio de 2013

El desorden cotidiano (86)


En la carretera, de Jack Kerouac, constituye una plasmación de la versión posmoderna del sueño americano. Frente a un paradigma burgués en estado de franca decadencia, con una guerra fría y un mayo del 68 a la vuelta de la esquina socavando sus cimientos, se alza el nuevo paradigma de la contracultura, y que consiste en practicar la precariedad vital en forma de epifanía diaria. Ya no se trata de encontrar un trabajo estable para ir ascendiendo puestos dentro de la empresa con el objetivo de alcanzar la cumbre del éxito financiero que haga posible adquirir el máxino número de propiedades posibles (una casa con piscina, un coche, etc.) y criar y mantener a una familia numerosa. 
 
Donde unos ven triunfo, otros ven mediocridad, conformismo social, materialismo puro y duro. Estos últimos tipos, como Kerouac, pretenden practicar una ascética, una cruzada anticapitalista con la que quieren demostrar que el dinero no es lo más importante en esta vida, y que lo más valioso reside en los detalles aparentemente más insignificantes, como quedarse uno dormido en cualquier playa contemplando el atardecer o viajar haciendo autoestop de la costa del Atlántico a las riveras del Pacífico y experimentar lo asombroso de la condición humana de cada una de las personas con las que te encuentras a lo largo de tu espontánea travesía.

La actitud más rebelde, más audaz y más contestataria consiste en ese rechazo hacia la estabilidad económica y laboral al aceptar cualquier tipo de empleo, a cual más precario o extravagante, con el que lo único que pretendes es hacer acopio de la cantidad de dinero suficiente que te permita embarcarte en otro viaje de punta a punta del país para seguir conociendo toda la geografía humana, social, sentimental, trágica y lúdica, esa suerte de geografía convulsa y entusiasta, humilde y canalla que conforman las experiencias de todo el movimiento beat, ese magnífico grito de protesta ante el hartazgo del materialismo burgués tan característico de la sociedad norteamericana de mediados del siglo XX.

A partir de Kerouac y la generación beat, el modelo de individuo emprendedor ya no se basa en el self- made- man de los Padres Fundadores, de Rockefeller, de Henry Ford y compañía, sino en el factotum de Bukowsky, esa clase de persona que no quiere comprometerse con nada porque quiere experimentarlo todo, y, por tanto, no quiere que le obliguen a elegir, a tomar decisiones irreovocables sobre cada cuestión que le concierna, porque cada una de esas decisiones que se vea obligado a tomar le llevarán a lo que no está dispuesto a consentir de ningún modo: renunciar a algo, ver reducido el abanico de posibilidades que le ofrece la vida en todos los aspectos. Prefiere ser pobre y vivir intensamente antes de convertirse en un miembro de clase media atrapado en la rutina y en la mediocridad.

Kerouac y sus compañeros son los nuevos Padres Fundadores, y el modelo de libertad que pregonan es superior, ya que surge libre de todas las lacras sociales originarias, como la esclavitud, el racismo y la mentalidad religiosa de carácter puritano. Si la Constitución Norteamericana se hubiera hecho eco de esta renovación, hoy los Estados Unidos serían una nación menos ambiciosa, menos cínica y más humilde y solidaria. Eso pensaba Augusto leyendo a Kerouac.

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