A Augusto le fascinaba la economía y trataba de documentarse vorazmente para fundamentar sus teorías sociales, económicas, etc., en general, y sus ideas comunistas, en particular. Según él pensaba, algunos conceptos relativos a esta disciplina eran conscientemente manipulados por ciertos medios de comunicación de tendencia neoliberal que despreciaban la función pública y el papel que desempeña el Estado en la sociedad.
Uno de esos conceptos era el de la productividad. Y, por sus lecturas, Augusto sabía muy bien que la productividad es un concepto que procede de las ciencias económicas y
tiene que ver con las ganancias de una empresa en la medida en que esa
empresa es capaz de generar o "producir" un determinado número de
artículos por hora, día, mes o año. Cuanta más productividad, más
artículos por vender, y más dinero por recaudar. Esto es así en el
ámbito de la economía de mercado.
Pero, frente a lo anterior, Augusto pensaba que, si trasladamos el
concepto de "productividad" al terreno de la Función Pública, aplicamos
esta noción, no a criterios de rentabilidad económica, sino a cuestiones
como la agilidad en la tramitación de gestiones, la calidad de los
servicios disponibles... y el cumplimiento de los plazos. Cuando la
Administración Pública establece unos plazos para el desarrollo y
resolución de los procedimientos que le corresponde llevar a cabo, está
en la obligación de cumplirlos, o debería. Así, y en opinión de Augusto, el cumplimiento de los plazos
es uno de los criterios de rentabilidad que los ciudadanos debemos
exigirles a las distintas ramas de la Administración Pública. Y, en caso
de incumplimiento de aquellos, debería denunciarse y abrirse un
expediente al funcionario o funcionarios responsables de dicho
incumplimiento.
Por lo tanto, para Augusto, como para mucha gente, estaba absolutamente fuera de lugar, debido a la incongruencia conceptual que ello suponía, el hecho de exigir a las instituciones públicas un tipo de productividad idéntico al que se exige en la esfera privada, en que dicho concepto sí está ligado con otro importante concepto, anteriormente mencionado que es el de rentabilidad, y que está directamente relacionado con el lucro, ese cáncer de la sociedad capitalista que tantos males ha causado a lo largo de la Historia y que seguirá causando.
Dicho de otro modo: Augusto creía que existen dos tipos de productividad, según ésta se manifieste en la esfera pública o en la esfera privada. Al segundo tipo, el de la empresa privada, es lógico y normal que se le exijan cuentas en términos lucrativos, o sea, rentabilidad. Sin embargo, de nuevo según opinaba Augusto, no puede haber dos tipos de rentabilidad, puesto que la aplicación de este concepto en la esfera pública resulta ser un criterio inadmisible debido a la propia naturaleza de la Función Pública, puesto que sería grotesco exigir rentabilidad a servicios públicos como la sanidad y la educación. Y es que, en suma, a lo que es un negocio se le puede exigir rentabilidad, pero a lo que es un derecho social sería inmoral exigírsela, puesto que supondría aceptar el hecho de que unos pocos se lucren, se enriquezcan a costa de las necesidades básicas de la mayoría.
miércoles, 17 de julio de 2013
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