BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 17 de julio de 2013

El desorden cotidiano (57)

A Augusto le fascinaba la economía y trataba de documentarse vorazmente para fundamentar sus teorías sociales, económicas, etc., en general, y sus ideas comunistas, en particular. Según él pensaba, algunos conceptos relativos a esta disciplina eran conscientemente manipulados por ciertos medios de comunicación de tendencia neoliberal que despreciaban la función pública y el papel que desempeña el Estado en la sociedad.

Uno de esos conceptos era el de la productividad. Y, por sus lecturas, Augusto sabía muy bien que la productividad es un concepto que procede de las ciencias económicas y tiene que ver con las ganancias de una empresa en la medida en que esa empresa es capaz de generar o "producir" un determinado número de artículos por hora, día, mes o año. Cuanta más productividad, más artículos por vender, y más dinero por recaudar. Esto es así en el ámbito de la economía de mercado.

Pero, frente a lo anterior, Augusto pensaba que, si trasladamos el concepto de "productividad" al terreno de la Función Pública, aplicamos esta noción, no a criterios de rentabilidad económica, sino a cuestiones como la agilidad en la tramitación de gestiones, la calidad de los servicios disponibles... y el cumplimiento de los plazos. Cuando la Administración Pública establece unos plazos para el desarrollo y resolución de los procedimientos que le corresponde llevar a cabo, está en la obligación de cumplirlos, o debería. Así, y en opinión de Augusto, el cumplimiento de los plazos es uno de los criterios de rentabilidad que los ciudadanos debemos exigirles a las distintas ramas de la Administración Pública. Y, en caso de incumplimiento de aquellos, debería denunciarse y abrirse un expediente al funcionario o funcionarios responsables de dicho incumplimiento.

Por lo tanto, para Augusto, como para mucha gente, estaba absolutamente fuera de lugar, debido a la incongruencia conceptual que ello suponía, el hecho de exigir a las instituciones públicas un tipo de productividad idéntico al que se exige en la esfera privada, en que dicho concepto sí está ligado con otro importante concepto, anteriormente mencionado que es el de rentabilidad, y que está directamente relacionado con el lucro, ese cáncer de la sociedad capitalista que tantos males ha causado a lo largo de la Historia y que seguirá causando.

Dicho de otro modo: Augusto creía que existen dos tipos de productividad, según ésta se manifieste en la esfera pública o en la esfera privada. Al segundo tipo, el de la empresa privada, es lógico y normal que se le exijan cuentas en términos lucrativos, o sea, rentabilidad. Sin embargo, de nuevo según opinaba Augusto, no puede haber dos tipos de rentabilidad, puesto que la aplicación de este concepto en la esfera pública resulta ser un criterio inadmisible debido a la propia naturaleza de la Función Pública, puesto que sería grotesco exigir rentabilidad a servicios públicos como la sanidad y la educación. Y es que, en suma, a lo que es un negocio se le puede exigir rentabilidad, pero a lo que es un derecho social sería inmoral exigírsela, puesto que supondría aceptar el hecho de que unos pocos se lucren, se enriquezcan a costa de las necesidades básicas de la mayoría.

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