BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











martes, 9 de julio de 2013

El desorden cotidiano (54)

La serie de películas tituladas "Destino final" le hacía a Augusto reflexionar sobre la fragilidad del ser humano como especie biológica. Los personajes de estas historias mueren con una facilidad pasmosa y, de las formas más rebuscadas que nos podamos imaginar. Las frágiles vidas se deshacen como la mantequilla al lado de una estufa. Mueren atropellados por un camión, aplastados por una viga de cemento, ahogados en una piscina, rebanados por un cortacésped, aplastados por el motor de un coche...

La muerte hace que las cosas se vuelvan contra sus creadores, que son las personas. El hombre se esfuerza por inventar objetos que le hagan la vida más cómoda, pero, en un momento dado, un accidente puede hacer que esos mismos objetos sean mortales, como ocurre en "Destino final". A Augusto le resultaba curioso comprobar cómo los seres más indefensos del universo son capaces de concebir y desarrollar unas máquinas que les pueden llegar a quitar la vida, porque las máquinas son fuertes, resistentes y pesadas, pero el hombre es débil, blando y ligero.

Hasta el artilugio más insignificante puede ser motivo de temor, porque basta que se den unas determinadas circunstancias, en las que ese artilugio desempeñe la función fatídica, para que uno acabe siendo pasto de los gusanos: un lápiz, una hoja de papel, una prenda de vestir, unas gafas... Cualquier elemento de la vida diaria puede acabar convirtiéndose en nuestro verdugo. También era Augusto consciente de que, en la película de la que estamos hablando, este asunto es tratado con evidente exageración. Pero no deja eso de ser un aviso de que, en cualquier momento y en cualquier lugar, puede llegar nuestra hora.

La conclusión de Augusto era que somos los animales más débiles, pero, también, los más inteligentes. El problema, pensaba él, surge cuando la inteligencia se vuelve en contra de nosotros para aniquilarnos. Toda esta cuestión está relacionada con la "inteligencia artificial", de la cual tenemos testimonios, también cinematográficos, en producciones como Terminator o Matrix. La diferencia radica en que, en estos últimos casos, no se trata de la predestinación, sino de la pérdida de control, por parte del hombre, sobre sus propias creaciones. Para enmendarse, lo que aquél tendría que hacer es controlarse más y no ser tan ambicioso ni jugar a ser un dios. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, todo, absolutamente todo escapa de nuestro control, porque el destino, si es que existe, no lo elegimos nosotros, sino que se nos impone.

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