BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











martes, 30 de julio de 2013

El desorden cotidiano (89)

En su forma de vestir, Augusto había pasado de ser una especie de pijo descuidado, a convertirse en un ecléctico despistado. Y, para bien o para mal, Casandra había sido la artífice del cambio.

Recordaba Augusto la primera vez que fue con Casandra a comprarse ropa. Fue el comienzo del cambio: de El Corte Inglés a Springfield, Zara, H&M, y otras cadenas de la industria textil cuya estética se aleja un poco del estilo tradicional que representan marcas como Austin, Lacoste, Burberrys, e incluso Tommy Hilfiger. También recordaba Augusto el método de Casandra. Ella no cogía una prenda, ni dos, ni tres, sino que las cogía de cuatro en cuatro, de cinco en cinco o de seis en seis, y luego se iba al probador de la tienda y, por supuesto, obligaba a Augusto a seguirla.

Cuando Augusto le dijo que solo necesitaba una, ella respondió contundentemente: "Me da igual. Tú, de momento, te vas a probar todo esto. Luego, ya veremos." Ante tal imposición, el pobre Augusto se resignaba y obedecía. En realidad, cuanto más carácter tuviera Casandra, que lo tenía, y mucho, más beneficiado salía Augusto, que todavía se hallaba muy perdido en la vida.

A partir de entonces, lo que habían sido sus dogmas estéticos en materia de vestuario, abrieron paso a un estilo casi radicalmente distinto. Por ejemplo, anteriormente, el tipo de camisetas que Augusto había vestido eran las discretas camisetas de color blanco o gris, y con pocos adornos, o ninguno. Poco después de que Casandra hubiera aparecido en su vida, Augusto no le hacía ascos a ningún modelo de camiseta.

Es más: acabó prefiriendo las camisetas más llamativas y extravagantes, sin importarle el color, los dibujos, los adornos, etc. Y lo mismo le pasó con las camisas. Pasó del gusto por la discreción al gusto por lo llamativo, si bien la discreción también la cultivaba de vez en cuando, pero solo en grandes ocasiones en que la elegancia tradicional se imponía en alguna medida (bodas, comidas familiares y eventos por el estilo).

También le había cogido el gusto por acompañar a Casandra en sus compras de ropa y artículos femeninos. Esto le ayudaba a conocer, por una parte, los gustos de su novia, y, por otra, también le ayudaba a conocerla mejor a ella en todos los demás aspectos. Así podría ir consiguiendo satisfacerla cada vez más y hacerla más feliz en todas las facetas posibles.

Augusto tenía esa facilidad para integrarse en actividades que, en principio tenían muy poco o nada que ver con sus gustos y aficiones, como, en este caso, la de ir de compras. Pero, tratándose de Casandra, no le importaba interrumpir la lectura un sábado por la tarde para ayudar a su novia a elegir una camisa para ir a la fiesta de cumpleaños de su madre y, de paso, terminar la tarde en una sala de cine, cosa que a ambos encantaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario