BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











miércoles, 24 de julio de 2013

El desorden cotidiano (87)

Para Augusto, el comunismo ha de surgir de un contexto revolucionario en el que la revolución que alimenta dicho contexto se articule como un medio, y no un fin en sí mismo.
 
Cualquier clase de revolución constituye un estado de excepción allí donde se lleve a cabo, y esto es así porque las revoluciones tienen unos fines muy concretos que las hacen ser, por naturaleza, sucesos transitorios que, en cada caso, son necesarios para corregir una injusticia. Una vez eliminada esta injusticia de la estructura del sistema y, por tanto, mejorados los fundamentos de éste, el estado revolucionario ha dejado de tener sentido, porque ya ha cumplido la misión que le fue encomendada. 
 
Sin embargo, demasiados gobiernos se han escudado en el concepto de revolución para perpetuarse en el poder. El ejemplo más elocuente es el de la Cuba de Fidel Castro. Su acción revolucionaria consistió en arrebatar el poder a un dictador (Fulgencio Batista). Esto ocurrió en enero de 1959. A fecha de hoy, sigue gobernando la misma persona. Lo que empezó siendo un levantamiento revolucionario por la libertad se ha convertido en el establecimiento de otra dictadura.

Como cualquier fenómeno pasajero, esto es, que está de paso, una revolución surge con la legitimidad que le otorgan los motivos que la han hecho necesaria. Toda su fuerza, todo su vigor y todo su poder de convicción se nutre, por tanto, del puro acto del comienzo, de la novedad, que dejará de serlo a medida que vaya transcurriendo el tiempo y aquélla se vaya convirtiendo en algo cotidiano y presente, hasta el punto de convertirse en algo dañino, porque lo que sólo es beneficioso como novedad, suele resultar perjudicial cuando ha pasado a convertirse en algo normal. Y esto es lo que ocurre, precisamente, con las revoluciones. Son novedosas por naturaleza, y en esa novedad reside su poder, su capacidad para cambiar lo que esté mal. Cuando el estado revolucionario empieza a prolongarse demasiado, pierde su condición de novedad y se contagia del mal que había pretendido combatir.

Fidel Castro sigue tiranizando al pueblo cubano en nombre de la Revolución, lo cual es el resultado de la excesiva prolongación en el tiempo del estado revolucionario que comenzó en enero de 1959. El régimen de Fidel Castro es el resultado de la degradación de la idea misma de revolución llevada a la realidad. Y este tipo de casos es el que hay que combatir en nombre del verdadero comunismo. Porque el comunismo no consiste en sustituir una dictadura por otra en nombre unos ideales inalcanzables y manipulados por unos pocos para someter a los demás. 
 
El comunismo consiste, básicamente, en combatir al capitalismo, que es el abuso de la propiedad privada. La acción revolucionaria que requiere este principio se basaría, sencillamente, en eliminar esas prácticas abusivas elaborando leyes que corroboren estos mismos términos, llevándolos a la práctica, y por las vías parlamentarias y democráticas. O lo que es lo mismo: llevando a cabo una planificación de la economía en que sean considerados los suficientes márgenes para que las libertades políticas, tanto individuales como colectivas, sean respetadas en toda su integridad y plenitud.

En eso mismo fallaron, o qusieron fallar para beneficio de sus protagonistas, los intentos revolucionarios cubano y soviético, entre otros. Se propusieron controlar no sólo la actividad económica, sino todas las esferas de acción individuales y sociales. Amparándose en la idea de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, así como en el concepto marxista de estructura frente a superestructura, decidieron identificar de forma absoluta, sin ningún matiz, la existencia de las libertades con la existencia de la burguesía. Libertad, socialdemocracia y liberalismo eran las superestructuras dominantes en que se plasmaba la estructura capitalista, evidentemente, de carácter burgués. Decidieron acabar con la burguesía. Ni siquiera asimilarla pacífica y dialécticamente a la nueva clase proletaria, sino eliminar físicamente a los individuos pertenecientes a esa clase social. Su revolución, la de Lenin, Stalin y Fidel Castro, fue la acción de eliminar todas las libertades para eliminar a toda la burguesía, ya que identificaban a su clase, el proletariado, con la idea de dictadura (concepto también marxista, la "dictadura del proletariado" también manipulado por Lenin y sus seguidores). Éste es el meollo del que surgieron las purgas y depuraciones del periodo estalinista.

También tuvieron mala suerte los intentos de llevar a la práctica el comunismo, pues, cuando no era desvirtuado por sus propios protagonistas, era impedido y saboteado por los gobiernos estadounidenses, y esto último sucedía, irónicamente, cuando aquellos intentos eran honrados, decentes y legítimos. Ejemplos como el de los sandinistas en Nicaragua o el de Salvador Allende en Chile son bastante ilustrativos sobre la cuestión. En cuanto a ejemplos de presidentes norteamericanos que más claramente han pretendido impedir el desarrollo del comunismo, tenemos a Nixon, a Reagan, incluso a Kennedy, quien pretendió acabar no ya con el gobierno, sino también con la vida de Fidel Castro antes de que éste se convirtiera en un déspota.

Otro aspecto del concepto de revolución que ha sido manipulado por la teoría leninista es su manera de llevarla a cabo. Lenin describió la actividad revolucionaria en términos de violencia, de empleo de la lucha armada. A este tipo de ocurrencias debemos hoy en día la existencia de organizaciones terroristas como ETA, las FARC, etcétera. 
 
Es cierto que la mayoría de las revoluciones que se han llevado a cabo o que se han intentado realizar a lo largo de la Historia, han sido de carácter violento, pero la importancia de la revolución no radica en ese hecho. Es más, eso mismo constituye un elemento de desprestigio para la imagen pública de cualquier revolución... legítima, porque este es otro aspecto que hay que dejar claro desde el principio. La legitimidad de la causa es un elemento clave a la hora de definir en qué consiste una revolución.

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