Augusto tenía una teoría sobre la idea del individualismo, que él denominaba "apoteosis de la condición humana, y consistía en lo siguiente:
La historia del individualismo es la historia de la degradación de una
utopía. El individualismo comenzó representando el afán de superación
espiritual, intelectual, física y moral del ser humano. Esta actitud
humana vino de la mano del renacimiento de los siglos XV y XVI, cuando
el hombre estaba empezando a liberarse de las ataduras medievales de la
socieldad feudal, en que la estructura del teocentrismo impedía al
individuo desarrollarse plenamente.
Ya en pleno Renacimiento,
durante el siglo XVI, el cultivo del máximo desarrollo del individuo
llega a su apogeo y se pone de moda, en los círculos de la élite
cultural, la figura del humanista y del poeta soldado, aquel que domina
por igual las armas y las letras. Esta época supone también el final de
la filosofía escolástica para iniciar un acercamiento directo y personal
a las fuentes clásicas (grecolatinas) de todas las dimensiones del
conocimiento. Se pretende imitar a los clásicos, pero partiendo de la
propia experiencia directa de las cosas y del razonamiento deductivo
derivado de este proceso. Sin embargo, las guerras de religión
entorpecieron no poco esta actividad humanística del individuo, dado que
la nueva tarea filológica englobaba también los textos bíblicos y, allí
donde triunfaron tendencias como el catolicismo y el calvinismo, el
proceso se cortó de raíz para volver a los orígenes, o lo que es lo
mismo: al acatamiento pasivo del dictamen de las autoridades religiosas
sobre cualquier cuestión, especialmente en cuanto a la interpretación de
las Sagradas Escrituras.
El siglo XVII constituye una herencia
nefasta del siglo anterior, pues supuso una continuación de las guerras
iniciadas durante aquellos años. Esto fue causa de que el individualismo
entrara en crisis y se produjera un retrotraimiento en ese afán
expansivo de todas las potencialidades humanas. Se inició una ola de
pesimismo existencial que provocó el regreso masivo a la fe religiosa
como consecuencia lógica de la pérdida de seguridad individual y de
confianza en las propias posibilidades.
Los filósofos franceses
de la Ilustración aportaron su grano de arena en aras de la recuperación
de la confianza del ser humano en sus posibilidades de autorrealización
personal en el seno de la naturaleza gracias a las teorías
racionalistas y al nacimiento del liberalismo como forma de gobierno, la
cual pone en cuestión el origen divino de la legitimidad otorgada a las
monarquías europeas. Este renacimiento del individualismo, no obstante,
ya empieza a arrastrar consigo elementos de carácter materialista
debido al auge y expansión del fenómeno revolucionario vinculado al
desarrollo de la industria en el ámbito de la producción textil en
Inglaterra. Se trata de un individualismo materialista que fue
consolidado y prácticamente institucionalizado en la obra de Adam Smith La riqueza de las naciones,
en que se describen los mecanismos de funcionamiento del mercado en
clave burguesa: mercantilización de la sociedad a través de la relación
entre la oferta y la demanda. En este punto se inicia el declive del
ideal individualista en toda su pureza, nobleza y afán humanista de
superación personal para empezar a convertirse en una esfera más de
dominio mercantil.
En el siglo XIX, se produce una reacción al
incipiente materialismo capitalista por parte de la ideología marxista,
cuyo padre, Karl Marx, pretende recuperar la nobleza ideal del
individualismo a través de la defensa del comunismo, una corriente
utópica que defiende la propiedad colectiva de los medios de producción y
la abolición de la sociedad de clases, entre otras cosas, a partir del
intento de que la clase oprimida, el proletariado, adquiera conciencia
de sí misma, de la miseria en que vive, para hacerla llegar al
autoconvencimiento de su derecho a exigir mejoras en sus condiciones
laborales.
El siglo XX es la época de las grandes decepciones en
relación con las utopías nacidas en la época renacentista
(individualismo humanista) y las más recientes del siglo anterior
(socialismo utópico y socialismo científico o marxismo). La Unión
Soviética constituye el mejor argumento de los defensores del mercado
libre en su defensa del liberalismo económico como el único sistema
favoreceder de las libertades individuales. Sin embargo, la
globalización ha demostrado y sigue demostrando más bien lo contrario,
sobre todo desde que, a partir del siglo XVIII y sancionado por Adam
Smith y corroborado por el fenómeno de la primera revolución industrial,
el individualismo humano se ha convertido más en un afán de acumulación
materialista, basado en la codicia pura y simple, que en una actitud de
superación personal a través del cultivo del cuerpo y de la mente
basada en el estudio, el amor a la belleza y al conocimiento y la
práctica de ejercicio físico, este último también como un método más de
superación personal y de logro de metas cada vez más elevadas que
contribuyen al incremento del bienestar y de la salud corporal.
La
apoteosis de la condición humana se produce, como hemos comentado, a
una edad histórica muy temprana (finales de la Edad Media y comienzos
del Renacimiento), pero su mantenimiento y desarrollo en el tiempo es
más bien escaso, pues muy pronto surge el materialismo capitalista, que
causa la degradación del ideal humano de autorrealización personal
convirtiéndolo en un simpley ramplón afán de enriquecimiento de carácter
exclusivamente materialista, hasta el punto de que el ser humano pasa,
de ser considerado por su valía personal y sus conocimientos, a ser
tenido en cuenta únicamente por su nivel de renta personal, es decir,
por el dinero que gana y por las posesiones que tiene.
La
historia del individualismo es la historia misma del ser humano: un
proceso que nace con una gran altura de miras, teniendo al hombre como
el dueño de la naturaleza y del universo y considerándole capaz de
realizarse en el mejor de los sentidos, hasta el punto de la poder
redimir a la condición humana del lastre del pecado original y, por
tanto, de reconciliarse con Dios poniéndose a su alturta o, incluso, más
arriba. Por desgracia, esa inicicial altura de miras se cae bruscamente
de bruces ante dos imporantes obstáculos: el primero de ellos, la
contrarreforma y las guerras religiosas subsiguientes, y el segundo, más
adelante, con la consolidación política y económica del capitalismo y
las relaciones mercantiles que condenan a la condición humana y todos
sus logros a convertirse en un simple objeto manejado , en contra de su
voluntad, por las leyes de la oferta y la demanda.
lunes, 22 de julio de 2013
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