BLOG DE RAFA PARRA SOLER

De vocación, poeta, ensayista y dramaturgo.











lunes, 22 de julio de 2013

El desorden cotidiano (66)

Todos los escritores profesionales lo son, también, por vocación. Pero no todos los escritores por vocación son, además, profesionales de la literatura. Los primeros son metódicos, constantes. Dedican siete o ocho horas al oficio y llegan a escribir una media de treinta páginas diarias. Además, suelen ser autores de novelas, de best sellers, que son el género literario más comercial y cuyos porcentajes de ventas no tienen nada que envidiar a otros productos, como teléfonos móviles, ordenadores o determnada ropa de marca. Y es que sería raro que un autor se ganara la vida escribiendo libros de ensayo o de poesía, géneros más elitistas culturalmente hablando, y que solo consumen unas minorías para las cuales la lectura constituye mucho más que un ejercicio de entretenimiento y evasión, pues este tipo de lectores busca realizarse estética e intelectualmente, aumentar sus conocimientos y ensanchar sus horizontes, expectativas y perspectivas vitales.

Este segundo tipo de escritores es el que Augusto denominaba, más propiamente hablando, "escritores vocacionales", sin desmerecer un ápice al otro tipo de literatos, cuya labor es igual de digna, si no más, ya que estos últimos tienen la gran virtud de extender la literatura y los hábitos lectores a estratos sociales cuyos miembros, a priori, no se caracterizan, precisamente, por su amor a los libros.

En cuanto al tipo que Augusto consideraba como "escritor vocacional", se caracteriza, en primer lugar, por no ser un escritor profesional, ya que solo escribe cuando se halla inspirado. En segundo lugar, el escritor vocacional no pretende ganar dinero, sino alcanzar el reconocimiento de los círculos literarios más prestigiosos y, a ser posible, llegar a aportar su pequeño granito de arena a la tradición ya existente del género literario que cultive.

Puesto que no se dedica profesionalmente a la escritura, el escritor vocacional desempeña otra tarea, que es la que le da de comer, y que depende tanto del perfil académico del sujeto en cuestión como de sus intereses profesionales. Si hablamos, por ejemplo, de un ensayista, suele tratarse de un profesor universitario que, en sus ratos libres, o como parte de su labor docente e investigadora, se dedica a escribir tratados, más o menos especializados, sobre los temas sobre los que es un experto. Dentro de este perfil, también se pueden incluir los periodistas, si bien esta profesión no suele ser tan estable y tranquila como la de un profesor universitario.

Finalmente, tenemos al poeta, del que con más seguridad se puede afirmar que escribe cuando está inspirado. Si bien, también en este caso, los poetas suelen ser profesores universitarios o de enseñanza media. Al ser la poesía un género literario que no requiere una dedicación metódica y constante, no es necesario disponer de mucho tiempo libre para ponerse a escribir versos, de modo que cualquier persona puede ser poeta y ser, a la vez, oficinista, comercial, cartero, camarero, basurero, limpiador, etcétera.

Augusto, por su parte, se consideraba un escritor vocacional, de los de la segunda acepción que su teoría, antes descrita, contemplaba. Él se ganaba la vida dando clases en la enseñanza media y, por las tardes, se dedicaba a sus libros, pero, en este caso, más a leerlos que a escribirlos, porque Augusto creía que, para escribir bien, hay que leer mejor, y que ser un buen lector es condición indispensable para ser un buen escritor. Y él pensaba que ésta es una característica más del escritor vocacional: prefiere leer mucho y escribir poco para que lo poco que escribe sea hermoso y trascendente, pues, al fin y al cabo, es eso lo que busca: hermosura y trascendencia.

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